Sentarse frente a una hoja en blanco es sentarse frente a uno mismo. El sosiego del alma cuando comienza a deslizar la pluma sobre el papel, es como vaciarse y llenarse al mismo tiempo. Es la liberación de la mente, cuando uno escribe está haciendo terapia, otorgándole un sentido al tiempo y una dirección a los pensamientos. Un placer nacido del silencio, pues mientras todo permanece intacto e inmutable, los dedos y la tinta se coordinan concibiendo algo bello, feo, útil, histórico…. Las letras corren a sus anchas, componiendo melodías, debatiendo con las ideas, con el reloj, con las inquietudes, con los espejos, con la vida en definitiva. Dejarse llevar, plasmar lo que llevas dentro en ese blanco, colorearlo como si de un lienzo se tratará, dando pinceladas al son de los latidos. Escribir podría interpretarse por muchos como algo trivial, sin la menor trascendencia, pero los que realmente entendemos lo que puede significar escribir sabemos que se trata de mucho más. Son 27 letras, sólo 27 pero si se las pone a bailar, son millones, son declaraciones de amor, preguntas al destino, acontecimientos, recuerdos o cualquier otro elemento que forme parte de nosotros. Deberíamos cuidarlo, tanto como se cuidan en los museos las obras de da Vinci y no me refiero tan solo a conservar la literatura de nuestro pasado, no sólo El Quijote, sino cualquier escrito cotidiano. Hablo de rendirle un pequeño homenaje a este arte tan silencioso, tan escondido, pero tan presente en nuestras vidas. Si el 70 % de mí es agua, el 30 % restante son letras.

AdrieleganceSeguir Autor Recomendar Texto Agregar a Favoritos