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Entre El Verano y El Otoño

El otoño se antoja melancólico, se acortan los días, el sol se vuelve vergonzoso y las despedidas tragan saliva con los ojos llorosos.
Y mientras se desploma el termómetro, las hojas optan por una caída suave, progresiva. Y de igual manera se puede afrontar el final de una historia, llevándose un golpe repentino y doloroso, o teniendo tiempo para calcular la distancia que tarda uno en aterrizar. Digamos, que el otoño me sentó a mí peor que a ti.
Durante el periodo estival uno obvia los detalles molestos, vive más deprisa y las emociones se multiplican, en intensidad y en ambigüedad. Pero una vez más el calendario va desprendiéndose de estaciones hasta detenerse en ese mes de septiembre, en el que todo vuelve a su curso, a la llamada normalidad. Toca volver a empezar, volver a reflexionar.
En verano puedes prescindir de toda la ropa que quieras, pero cuando llega el frío, agradeces tener unos labios en los que refugiarte, unos ojos en los que perderte cuando estés cansado.
Caminas entre la gente y en la acera de enfrente vislumbras parejas inmersas en su tornado de sentimientos, y tú, sin saber qué hacer, trazas unas mirada al más puro estilo Clint Eastwood, incrédulo, asqueado y obstruyendo el paso a esos rayos de sol molestos, tratando de recordar qué se sentía, pero enderezas tus pupilas y continúas sin rumbo por tu páramo habitual. Calma, chico. Volverás a caminar a la sombra.
Adrielegance31 de agosto de 2013

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