Era una noche turbia, y turbio es lo oscuro que lleva uno dentro, entre las costillas y el esternón, en zonas tan frías y lejanas que asustan. Introspectivamente nunca es suficiente el alcohol, tampoco los recuerdos que asesinas, no hasta que resultan divertidos, asemejándose más a la comedia romántica que anhelaron ser que al drama torpe en el que derivaron. Chicas que en el boceto perfecto que es la mente, querían ser, podían ser… y qué son hoy, sino nombres en la agenda de un smartphone que frivoliza con cualquier relación social. Pierdo el tacto a la misma velocidad a la que recuerdo el tuyo; ahí, como un martillo que nunca cae pero que amenaza asomado desde el precipicio de mis neuronas. Y siempre encuentro el motivo o la excusa para que los sucesos se presenten de forma asimétrica, cuando el poder no quiere y viceversa. Y mientras caigo por mi propia garganta resbaladiza, bañada por un alcohol que ya no arde, trato de hallar el equilibrio entre los impulsos salvajes, primitivos, lo que se sacian con prontitud y los que no son impulsos, sino el sosiego, la certeza de que todo puede empezar de nuevo.

AdrieleganceSeguir Autor Recomendar Texto Agregar a Favoritos