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Un Mes En Puerto Vallarta

Hoy traía un sentimiento como de tristeza en el pecho y no sabía el porqué. Era una sensación que mi cuerpo recordaba. No entendía si era el clima o esos días en los que son días simplemente malos, pero entrando a fb me apareció un recuerdo de hace 3 años exactamente. En aquel día igual a hoy, había emprendido un viaje para ver una persona muy importante en mi vida con la cual estuve cerca de un mes. Jamás tuve la oportunidad de hablar a una profundidad genuina sobre la experiencia que viví, sin sentir que lucía como alguien inestable o más bien, el trauma que yo no sabía que lo era hasta que mi psicóloga me dijo que no era mi culpa ya que un trauma es algo muy difícil de sobrellevar.

Lejos de echar culpas, guardar rencor a alguien o extrañar a esa persona, que no es el caso de en definitiva, la razón por la que escribo esto es porque hoy siento la necesidad de sacarlo ya que lo he cargado por tanto, tanto tiempo que sigue la asfixiante sensación. Es como un nudo en mi garganta, mi cabeza, en mi corazón.

Y es que yo fui inmensamente feliz; hasta esos días. Vivir esa experiencia fue como llevarte un gran susto de aquellos cuando vives una experiencia de vida muerte y tu cuerpo siente un escalofrío, vacío, entumecimiento. Es solo que esa sensación nunca se va por completo. Y es que darte cuenta qué hay cosas que no puedes cambiar como sentimientos, actitudes, acciones y todo aquello fuera de tu control porque implica otra persona , te lleva a un estado de: ¿qué hice mal?, ¿dónde falle?, ¿cómo lo corrijo?, ¿soy suficiente?, puedo cambiar, puedo ser mejor y esforzarme... al final no hay nada que puedas hacer porque no está en ti, en tus fuerzas, en tu corazón, tus sentimientos.

Siempre fui una persona terca, muy bocón, con mis propias ideas y mi propia opinión, pero en esos días, cepillarse los dientes frente al espejo o ver mi reflejo en los cristales de los carros y negocios por los que caminé, era como ver a una persona muy distinta. Y es que es difícil contar las veces que lloré amargamente por los pasillos de una casa que no era mi casa, de una ciudad que no era mi ciudad y de unos brazos que ya no eran mis brazos o que más bien nunca lo fueron, pero que ya no estarían ahí para abrazarme y que ahora estaban ahí para apartarme.

Su rostro siempre esbozaba una sonrisa amplia cada vez que le veía y sus ojos se aguaban cada vez que me marchaba a casa. Su voz, solía susurrar cosas para mí y sólo para mí. Pero en esos días, ese rostro fruncía el ceño cada vez que estaba alrededor, sus ojos difícilmente me buscaban, más bien era como si evitaran mi silueta y aquella voz que solía susurrar para mí, ahora gritaba. Con cada día que pasaba yo me iba haciendo más pequeño y más pequeño hasta que voltear a ver el rostro de la gente me generaba ansiedad. Habían pasado tanto tiempo evitando verme a los ojos que inconscientemente ya no podía, ya no me sentía suficiente de manera general. Mi terquedad se fue y así me dejé llevar por la corriente pues había dejado de luchar. Mi rostro era como uno sin boca y ojos que solo veían hacía el suelo ya que el simple hecho de pensar era aterrador, porque los pensamientos y las ideas ahora eran buenos recuerdos opacados por los malos del presente de esos días.

Tal vez no es tu culpa cundo ya no sientes lo mismo que sentías al inicio por una persona, pero vivir con ella tolerándola, engañándote, tratándola mal sin tal vez querer hacerlo, es matarla poco a poco.
Yo me sentaba en la orilla de la cama viendo a unos ojos clavados en la pantalla de un celular. Preparaba comida para una boca que no iba a decirme gracias sin esbozar una mueca. No importaba cuanto le viera, lo mucho que me esforzara arreglando la mesa, mi cabello, cuanto cepillara mis dientes o desempañara mis anteojos, porque yo era algo a lo que tolerar.

Recuerdo que en mis clases había una maestra que decía que a ella no le gustaba la palabra tolerar porque tolerar es algo que no te gusta y que tienes que soportar, que no aceptas aunque esté ahí. Yo era algo más o menos así. Creo que muy dentro de mí quise tanto y no supe cómo expresarlo, porque siempre me costó mucho demostrar afecto a otros... y así como yo quise me quisieron. Por eso me costó aceptar que a veces las cosas se acaban y que las promesas son cosas que se rompen, que se acaban o que pueden nunca cumplirse.

Yo hora estoy más consciente de mí y de mi entorno aunque a menudo puede llegar a ser abrumador porque todo lo bueno tiene su parte mala. Es como la habilidad auditiva de un gato. Es tan aguada que cuando hay estruendos sufren. Y como ya dije antes, el sentimiento de tristeza no es porque yo extrañe a alguien. En realidad, si hay alguien al que extraño y es a mí. Esa sensación de tristeza y nostalgia que siento a veces como hoy, es verme en retrospectiva, así como les describí, sentado llorando en una esquina lejos de casa, asustado, sin saber a quien recurrir, sin poder ir corriendo a mi casa y decirle a mi madre algo. Es verte ahí y no poder protegerte y abrazarte porque sabes lo que es estar... ahí.
Agramont1305 de julio de 2022

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