Como recuerdo esos días casi siempre después del almuerzo, tu sentado en tu sillón favorito y nosotros a tu alrededor jugando.
De cabello gris con piel morena, bigote camisa blanca, alto tan alto que apenas te miraba.
Era gracioso como por una cana algo de dinero nos dabas es que ya eran tantas que muy fácil se encontraban.
Los ojos fijos en el televisor y de canales cambiando, en la mano un cigarrillo dejabas el café enfriando.
Era "el amigo" tu alias cuando en nuestros juegos entrabas, de los indios enemigo con nosotros siempre estabas.
Te tomabas un buen pisco esa era tu afición respetando como siempre del buen peruano la tradición.
A veces tambaleante con tus hermanos del alma, te recuerdo my campante sin importar malas miradas.
Quedaron tan lejos nuestros días, pasaron tan rápido los años y hoy entre sueños me hablas, cálido me extiendes la mano.
El amor a los abuelos nos resulta esencial el resto de nuestras vidas y el hecho de recordarlos aporta gran consuelo.
Precioso.