Brilla a lo alto, pequeña, quizás tímida y resplandeciente la llena de esa Luna que nos miraba mientras rozaba tus labios, miraba cuando mi conciencia se perdía en el laberinto infinito de tus ojos, miraba tantas veces sobre su manto, y ya apagada, desaparece, como desaparecen mis sentidos sin tú aroma ni tú roce, desaparece, cuando en el olvido recae la ausencia, y de la ausencia se olvidó esa compasión endeble, frágil como tú piel terciopelada, insignificante, insignificante hasta darme cuenta que en noches como estas, mi corazon latía, y no eras tú quién miraba, sino la Luna que daba sombra a esas almas unidas.

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