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El Maullido de un Gato

Los gatos certifican sus pensamientos con la cola al igual que la mayoría de personas que conozco. Ellos arañan nubes de fascinación a medida que el mundo se vuelve aciago, equívoco, chalado... Y es que para mí los gatos son mucho más inteligentes que el ser humano. Ellos te miran siempre a los ojos, con gran personalidad y desafío, despiertan de su letargo con ademán nigromante, mientras visionan todo lo que sucede a su alrededor, buscando una explicación a lo que viene siendo no su existencia, sino la nuestra. Yo estoy a favor de los derechos de los animales, así como lo estoy de los derechos humanos y de la libre opinión, ya que el ser humano no es más que un animal que, a diferencia del resto, se cree mucho más inteligente, aunque lleno de arrogancias que hacen que se olvide de su origen simiesco. McMillan decía que «un maullido es un masaje al corazón»; cierto. Un maullido es una advertencia que nos hace recordar de dónde venimos, sin que tengamos ni idea de adónde vamos o qué carajo hacemos aquí. A su vez, no existen gatos vulgares, porque la vulgaridad ya la ostentamos nosotros con creces mientras nos alienan para convertirnos en un ladrillo más colocado en el muro de la sociedad del sumo consumo, sociedad a la que no le importa demasiado si puedes lamente tus partes nobles, hacer la «o» con un canuto o paladear un plato de leche fresca a medianoche. No, la sociedad en la que malamente perduramos gusta más de colocar etiquetas por sexos, por el peso de la billetera y la clase social de la que has salido. Así es que por mucho que te esfuerces jamás dejarás de ser una extensión de tus antecesores, pagando por las culpas de tus orígenes (todos somos iguales, unos más iguales que otros). Pero a los gatos no les importa todo esto. Ellos no escriben odas ni ansían licenciarse en una prestigiosa universidad, ni falta que les hace, ellos van a lo suyo y punto, porque, entre otras cosas, poseen 7 vidas, y ya sólo con esto nos ganan en el arte del empecinamiento vital. Los gatos, a diferencia del hombre, de las ranas y de los perros, siempre hacen lo que les place, son absolutos individuos, con sus propias ideas acerca de todo lo que les circunda, incluyendo a las personas que les pertenecen, y no al contrario. Dicen que la forma en que nos comportamos con los gatos en este mundo establece el estatus que tendremos en el Paraíso, por lo cual, he de suponer que el estatus del Paraíso será bastante precario. El gato inspecciona y olfatea todo lo que le es extraño, vive solo, sin la necesidad de pertenecer a sociedad alguna, obedece cuando le viene en gana y finge dormir para observarnos mejor. Por consiguiente, es un animal superior, un ser faccioso que, por esencia, no le rinde jamás cuentas a nadie. Lo más certero que he podido leer sobre dichos animales fue escrito por Jean Baptiste: «Se le reprocha al gato su gusto por estar a sus anchas y por los muebles más mullidos: igual que los hombres. De acechar a los enemigos más débiles para comérselos: igual que los hombres. De ser reacio a todas las obligaciones: igual que los hombres una vez más» Para que luego nos jactemos del alucinante progreso humano.
Alexandervortice21 de enero de 2013

1 Comentarios

  • Serge

    Alex:
    ME ENCANTO este escrito. Realmente dices muchas verdades en este ensayo sobre los gatos.
    Un gusto enorme leerte.

    Serge.

    22/01/13 12:01

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