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Los Caídos

Ellos ya no están entre nosotros por motivos de mortandad. Sucumbieron como agua de mayo, como aliento metalúrgico que se escucha tres segundos antes de sabernos volátiles. Sucumbieron mareados y vilipendiados, las garras de la intensa hipocresía hizo de sus cuerpos un saco que fue arrojado al mar de la incertidumbre. Odio por odio y el odio va en aumento.

¿Cuántos seres de luz han caído al ver el poco remedio que posee el omnipotente ser humano? ¿En qué momento nos daremos cuenta de que mediante la barbarie no se puede conseguir nada, a no ser el aniquilamiento de la esperanza? Ciertamente no soy yo nadie para hablar de perfecciones, ni de rutas a seguir, ni de un mundo mejor, pero al menos asumo lo que soy, admito mis soberbias y mis tropiezos, y desde este asumir, desde esta catarsis que atribularía a cualquiera, me pregunto: "¿hasta cuándo?".

Los caídos -los verdaderos- son esas personas conscientes de su pena, de su abandono en manos de una sociedad que arroja ladrillos a su propia cabeza, sociedad que mira hacia los lados para ver... nada de nada, ya que realmente no desea hacerlo, por mucho que algunos profetas salva cantimploras digan lo contrario. Ahí tenemos el caso de la familia de la desaparecida Sonia Iglesias, una familia caída a consecuencia del dolor y de la incertidumbre, pero que, aún habiendo caído, continúan luchando por hacer justicia, por levantare del suelo. Se comete un atropello y nos quedamos cruzados de brazos, amanece sangre y creemos que la contaminación lumínica está haciendo de las suyas.

Hasta que esta crisis que ahora padecemos no se hizo con las riendas de nuestras vidas, todos íbamos a lo nuestro ("nesta vida cada un vai ao seu, menos eu que vou o meu"). Es meritorio darnos cuenta de que hemos necesitado todo un tormento para ayudar sin pedir realmente nada a cambio.

Ya mi gran amigo y maestro Juan Vidal Fraga lo escribió, lo dijo a viva voz por las esquinas raquíticas de esta ciudad asfaltada de desesperanza; él habló a sus lectores durante años de la llegada de la presente crisis, pero nadie le hizo caso, nadie tomó medidas al leer sus teorías, o quizás fuese que nadie llegó a prestarle la atención que se le debía -que aún se le debe-. Juan sabía de qué iba la cosa, y cuando se acercaba a ciertas personas dándoles su opinión, estos pensaban para sus adentros: "qué cosas tiene este Juan". Lo que más lamento es que Juan Vidal es otro caído, otra persona que lo dio todo para mejorar su entorno vital, y al final se fue por la puerta de atrás, sin hacer mucho ruido, como los grandes personajes que no le deben nada a nadie.

Hay casos únicos de personas que han luchado desde el primer golpe; individuos que, aun sabiendo que tenían todas las de perder, cedieron parte de su tiempo y de su empuje para intentar hacer de este mundo un mundo mejor. Estos son los verdaderos hombres y mujeres, los que dan ejemplo, no con la palabra, sino con los actos ("verba volant..."). Son los que bajan la cabeza contrariados por la presente realidad, aunque también son los primeros en posicionarse a la hora de procurar equidad en tiempos de asma moral y enjuiciamientos poco o nada soportables.
Alexandervortice19 de enero de 2013

1 Comentarios

  • Atalita

    Alexander, Tu escrito esta bien planteado y asumo que parece un grito de lucha por la verdad y la justicia, pero pasa que vivimos llenos de miedos, resignados a una sociedad consumista que nos jode y que no nos deja pensar en nuestros derechos y deberes como seres humanos y nos hace humanoides.

    Estamos caídos si y el lío es ¿que nos hará sacudir para levantarnos?

    20/01/13 05:01

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