Los Marcianos Viven En Ti
Yo ya no recuerdo si mi respuesta
fue todo lo coherente que pudiera ser.
Puedo decir que ella buscaba una fuga
y yo una pistola kilométrica.
Los fuegos fatuos de Viena concretaron
la fecha de lo inusitado, mientras tanto,
el paradisíaco rey de los marcianos
resolvía justificarse a base de disparos.
Pudo haber sido un excelso debate:
ella (con su toga negra y su diploma manchado
por el indecente esperma de un catedrático)
dijo que estaba cansada de todo lo visto,
de todo lo que había sentido; gritó:
¡Lejos de aquí, ojalá existan los marcianos!
Miré mi diploma de vida, ése que oculté
tras el sostén de una hechicera descomedida.
Recordé con cierta congoja al rey y sus alegatos
encerrados por el espíritu 7 lunas y 9 soles
y le afirmé a aquella atormentada estudiante:
Los marcianos viven en ti.