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OtoÑo VampÍrico

Posiblemente en otra constelación de perpetuos signos de luz entrecortada pudiéramos tropezarnos con una mano enternecida que diese sentido a la controversia social que estamos padeciendo. No es agradable ver el falso talante del acabamiento en cada mordisco que respiro, o simplemente notar la desolación que habita en las avenidas del cambio que no llega cuando estás a un paso de convertirte en papilla de ser humano cercado por los gusanos y la desidia oligarca, o por esas Elecciones inminentes que nos entregan promesas de quita y pon. Ocurre que somos impudicia, ligereza y aturdimiento de ideas propicias para el bien común. Pasamos por la vida como el gemido de una noche sin espejos ni ondulaciones místicas, somos el ademán homicida que evita ser visto por los demás homicidas. Pese a todo, conozco un lugar apartado de las zarpas de los egocéntricos donde las vanidades no piden de comer y la indulgencia es una constante orgullosa. Reconozco el himno del otoño que acaba de comenzar (una melodía regulada por los obeliscos del cuerpo de una mujer en cinta), ya que hay cosas que la raza humana no puede transformar. He escuchado atentamente la sinfonía de la eternidad que recoge con sus manos un descalabro y lo acaba transformando en un crepúsculo de esperanza y no en un meteorito que se acerca –al parecer- a la Tierra para pegarnos el susto jamás imaginado por los sabios y/o los ilusos. Acaso sea yo un ensoñador con muy pocos recursos mundanos y demasiada imaginación seráfica. Probablemente tenga que acoger en mi interior las palabras de Bram Stoker: “Incluso mis propias experiencias terribles en el castillo de Drácula parecen ser como una pesadilla que se hubiese presentado hace mucho tiempo y que estuviera casi completamente olvidada, aquí, en medio del aire fresco del otoño y bajo la luz brillante del sol...” Aire fresco, hojas caídas por el paso del pasmoso tiempo, pero, hoy más que nunca, aire que convive con un sinfín de vampiros chupa sangres, tintas y pensiones reducidas a la mínima potencia. Stoker barajó la carta otoñal para retribuir la figura del vampiro, del ser embestido por el malestar de las tinieblas. Hoy por hoy Stoker tendría que escribir sobre la falta de sueños, de humanidad, de otoños salubres, ya que el otoño que ha comenzado anuncia dolencia de carteras vacías para una amplia mayoría. ¿Acaso deberíamos cambiar las caretas del día a día y arrojarlas al vertedero de lo esencial para convertirnos en seres dignos? Me queda claro que la asignatura pendiente del ser humano son los sentimientos, sobre todo los sentimientos íntegros. Mientras tanto, la sangre inocente continúa siendo derramada sin control ni descanso…
Alexandervortice03 de octubre de 2011

3 Comentarios

  • Indigo

    Pienso que no solo es estar o continuar indignados, las reformas y enmiendas a nada llevan, son iguales a las promesas que mencionas, muy clara tu afirmación. Una pregunta: ¿Tu eres el mismo Alexandervortice, de La coctelera?

    Saludos estimado amigo-

    03/10/11 02:10

  • Alexandervortice

    Sí, amigo Indigo, soy el mismo A. Vórtice de la Coctelera. Gracias por vuestros comentarios y un abrazo.

    04/10/11 12:10

  • Anatema

    Trata de dividirlo en párrafos, es más fácil de leer

    04/10/11 02:10

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