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Perder la Sombra


“Perder nuestro nombre es como perder nuestra sombra; ser sólo nuestro nombre es reducirnos a ser sombra”, decía Octavio Paz. Porque la sombra que nos acompaña sin espantarse es una especie de cónyuge que adorna nuestros pasos hacia el lugar indicado por las delineaciones provocadoras del destino, de lo que sucederá, si es que debe y/o puede suceder. Sin complejos ni importarle el qué dirán, la sombra avanza como lo hacen los fantasmas que motivan el misterio; la sombra es la mano azabache que nos marca la ruta a seguir, haciéndonos creer que somos realmente nosotros los que tomamos todas y cada una de las decisiones a lo largo de nuestra existencia. Aún así, pon en duda tu sombra de vez en cuando: tal vez no sea la tuya, sino la de otro individuo que nada tiene que ver contigo, hazlo más que nunca en estos tiempos de engaños constantes y falta de humanidad. Como el ying y el yang, la luz y la sombra se complementan, se necesitan. Hablan entre ellas, sin que las veamos, para tutelarnos, para confundirnos, inclusive, para perseguirnos mientras paseamos cabizbajos por las callejuelas de esta ciudad que, lentamente y sin remedio, se va convirtiendo en una ciudad oscurecida, quemada a consecuencia del paro, el individualismo atroz y los áridos dolores de espalda que provoca la apuesta por el egocentrismo. “Estoy interesado en la creación de un espacio mediante contrastes de colores en lugar de ser mediante una simple sombra de luz y oscuridad”, aseguraba August Macke, quizás sin ser consciente de que ese lugar ya existe, ya nos circunda con sus brazos de centelleos inquebrantables. Ese espacio es lo que vemos cuando abrimos los ojos por vez primera, al nacer, sin saber qué narices hacemos aquí, donde una madre fatigada en demasía nos observa con orgullo pleno, un médico nos ha regalado una palmada en el culo como dosis clara de realidad y ahí afuera, lejos del paritorio y el calor la iniciación a la vida, algunos van muriendo, y otros ansían hacerlo por motivos de indulgencia o falta de esperanza. Así es la vida y así la hemos contado, aunque muchas veces nos olvidemos de que es la sombra la fiel compañía desde el nacimiento hasta el fallecimiento, sin pedir nada a cambio. Por ende, perder la sombra es como perder la vida, la entereza, la conciencia, las ansias de continuar adelante y apostar por la búsqueda de crisoles soliviantados, alejándonos de las normas instituidas por personas insulsas que están dispuestas –incluso- a vender su sombra por un poquito más de poder terrenal.
Alexandervortice06 de agosto de 2012

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