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Resistir

Resistir no es tarea fácil cuando los que te acompañan en el trayecto de la existencia viven con dudas y desgastan tu moral con falsas profecías de “todo está hecho, todo se acaba”. Resistir es el arte de mantenerse erguido, con rostro pulido por los golpes, las injurias y la demagogia. Resistir bajo la lluvia de diciembre, sin paraguas made in France, recogiendo un cigarro a medio fumar del suelo para darle la definitiva y más dura de las caladas. Vivir resistiendo porque nadie te comprende y/o te escucha, porque eres genuino y eso no se lleva en estos tiempos de sal y limón, de “seres fotocopiados”. Levantar el brazo para sentir la paz absoluta de un lugar llamado Cielo; masticar con malestar la indiferencia que es moneda de cambio en la sociedad actual, despertar cada mañana muy bien acompañado y saber que pasamos por la vida totalmente desguarnecidos (nacemos en compañía, morimos entre soledades compartidas y lágrimas que valen tanto como vale una emoción verídica). Resistir… “Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado”, decía Napoleón. “Soporta lo que la suerte te depara; el que resiste acaba por ser premiado, porque la suerte sabe premiar con largueza, así como compensar con magnificencia el espíritu tranquilo", añadía con seguridad Herder. Y es que los que resisten también dan ejemplo de amor, ya que el amor no es únicamente pasar por la vida obsequiando caricias y palabras exuberantes, sino que supone permanecer y apoyar a los que nos aprecian, es levantarse del suelo para plantarle cara a las injusticas, las injurias y los actos cobardes salidos de los brazos sombríos de una sociedad cuyo esqueleto está fuertemente aferrado al materialismo y la excesiva vanagloria. Posiblemente el hecho de ser uno mismo pese a todo y a todos sea el verdadero y más fructífero sentido de la vida: mantenernos firmes con ímpetu y dignidad, acoger en nuestras manos la suerte adversa, y a base de amor propio y ajeno, continuar caminando sin mirar atrás, con disciplina, baldeando la sangre vertida. Este tipo de personas, las que más enseñan los dientes y a su vez las que más son golpeadas por las injusticias, debieran ser el ejemplo a seguir en momentos de flaqueza. Fácil es dejarse llevar por los padecimientos y berrear amargura; lo difícil es llorar padecimientos y enseguida, cuando el malestar ha ido a menos, ambicionar cambiar el sentido de las cosas negativas, trabajando duramente hasta convertirlas en actos positivos.
Alexandervortice06 de diciembre de 2011

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