Rumores
Vivimos tiempos quisquillosos, idóneos para que los murmullos creados y desarrollados para criticar a nuestros semejantes y a nosotros mismos se propaguen como la pólvora o como un virus recién emergido del averno. Los rumores son un arma de doble filo que se utilizan para menospreciar, humillar y rechazar a las personas. Este peculiar síntoma de pobreza humana nace entre las manos de la apariencia y la imbecilidad social; se difunde de manera radical, sobre todo en los aledaños de las iglesias, en los corrillos de los tanatorios y en los parlamentos de las peluquerías. El rumor casi nunca llega a morir, ya que la perpetua iniquidad de las personas hace que se generalice de manera atroz gracias a las malas lenguas, la hostilidad y el aburrimiento. Los rumores son hechos por enemigos, extendidos por tontos y aceptados por idiotas. Cuando reconocemos como verdadero algo que no sabemos si lo es y a su vez lo difundimos, quizás sea porque en nuestro yo más profundo habitan unas ansias oscurísimas de intentar fomentar la perversidad. A mí, personalmente, me han llegado a relatar hechos extraordinarios de personas normales y corrientes: que si a Fulano se le acentuaban los colmillos las noches de luna llena y gracias a ello le chupaba la sangre y la cartera a sus vecinos, que si a Mengano le salían rayos Z y X por el culo y centellas de mil colores por los ojos
Esto no deja de ser un tanto gracioso, a la vez que violento y barriobajero. "El hombre es en el fondo un animal salvaje y terrible. Le conocemos solamente tal como ha sido domesticado y educado por lo que llamamos civilización. De ahí que nos alarmemos cuando alguna vez sale a luz su verdadera naturaleza. Pero siempre que desaparecen los frenos y las cadenas de la ley del orden dando paso a la anarquía, se presenta como realmente es, pronunciaba Schopenhauer a colación sobre este tema. Ciertamente los rumores son una manera de manifestar la espeluznante naturaleza de las personas de dos caras o más, personas que son tan buenas como el mundo y sus acontecimientos les permiten ser. Fomentar la apariencia es una forma de exteriorizar poco carácter y poca inteligencia, al tiempo que se hace un daño (en ocasiones irreparable) a terceras personas que, posiblemente, nada en absoluto tienen que ver con las afirmaciones vertidas sobre ellas. No obstante, tal y como indicaba André Maurois: "Sería necesario imponer esta regla: no repetir jamás una afirmación malévola sin verificar su contenido. Aunque es cierto que así nunca se hablaría de nada". Por tanto, por el bien de los necios, continuemos hablando