No temí pisar la lava,
presumí que no necesitaría de la suplica
La vanidad
el poder que llevaba no me hizo temer del fuego
La soberbia que me invadía,
acogía la ira que a mansalva dentro de mí crecía
Rotundamente deje violentarme,
lacerar hasta mis huesos
Corrompí mi existencia,
llague mis yemas
Maldije tu vida con mi presencia,
envicié tus venas con mi sangre maldita
Me convertí en un torbellino,
que arrasaba con todo a su marcha
Y hoy estoy aquí, sintiendo la escoria,
impregnado de la fetidez
de los tártaros
Suplicando con mis ojos
ser salvado