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Frío

Nostalgia, tal vez sea la palabra menos adecuada para comenzar una página más de éste eterno recopilatorio de sentimientos y de experiencias. Extrañar, vuelvo a caer en el mismo juego sin reglas, absurdo, de mi memoria. Un vistazo a la cursilería del pasado, un llamado a la meditación de algo que no pudo ser, infructuoso, indefenso de sus temores, de sus melancolías. Dos besos al aire, hacia atrás, hacia delante, pero nunca a mi mismo. Caricias hacia un lugar inhabitable, indecente en su preocupación por quedar ocupado, inconciente en su ignorancia de pensar que algún día existió. Y ver llegar el pasado que aún es presente, gritar internamente la gracia de poder regresar; sin embargo una implosión de calor sucede, intempestivo, programado, ha sabiendas de que no me iba a afectar, ocurrencias obvias de un corazón dividido, nieva sobre la ciudad y el frío se cuela entre las rendijas de las casas, no hay madera suficiente para avivar un fuego, las ganas no bastan, el calor se agota, el grito se calla, tan solo un saludo indiferente, un abrazo de rutina.

En el colmo de la avaricia, un llenar sosegado de noticias, sin encontrar alegría, las lágrimas de nostalgia, el pasado regresa y no lo puedo disfrutar.

Pensar en dar otra vez los dos besos, preguntándome si tienen sentimientos, serán tal vez mensajeros extraviados de noticias aún por imprimir, podrían ser premoniciones de vidas aún por descubrir, en cualquier caso son y serán las excusas del invierno.

Sentir que ya te vi, ya te abracé, te besé (uno de tantos pares de besos, no lo sé, podría ser), cuando en verdad son los sueños que se confunden con la realidad, me engañan, confunden al pobre corazón dividido, nieva y nieva.

Miedo, esa es la palabra, el temor de verte y tan solo saludarte, como si el tiempo nunca hubiera pasado, creyendo que ayer te vi, te abracé y te besé, imaginando mañanas de sol, tardes de mares, noches de luna, mentiras hirientes de realidades inventadas, dagas en el cuerpo, sentencias a muerte tempraneras, temo por la vida de mis pasiones, el invierno indómito y envolvente se arrincona en cada recodo de la ciudad.

Palabras huecas, congeladas, hechas por manos inertes, tirantes, prohibidas de calor. Sacrifico estúpido de un corazón lleno de amor, por qué, no lo sé, tan solo sé que no lo puedo expresar, no puedo, eso es todo.

Esperar, tan solo eso, sentarme en la silla del acusado y esperar el veredicto, la sentencia a la acción futura, donde se acabará el invierno y renazca el sol y todo el calor del amor y la añoranza, las lágrimas de alegría, el olvido de la rutina y el sabor que dejan kilómetros de distancia; o, tal vez, la proclamación del invierno eterno, del frío, la condena a muerte de sentimientos candentes, efusivos.

Miedo, esa es la palabra con la que debí empezar.
Amab09 de abril de 2008

1 Comentarios

  • Flor

    Senti en carne propia todos tus sentimientos. Te vi, ahi, frente al frio, sonriendole amargamente a las nubes, y sintiendo el miedo. Miedo es la palabra con la que debes empezar y terminar. Porque si algo son las estaciones, es el ser cíclicas. Y siempre, siempre vuelve la primavera.


    Gracias por transportarme a tu mundo :)

    17/05/08 03:05

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