Si saliésemos a la calle y nos sumergiéramos en los pensamientos de cada una de las personas que observáramos, comprobaríamos que cada cual es diferente.
Primero están las personas eternamente enamoradas. El pasado, incluidas las personas, no les son importantes. Para estos lo importante es tener a alguien a su lado en todo momento. Si una relación falla, son capaces de encontrar en segundos a otra persona que releve a la precedente.
Después están los enamorados de forma parcial. El pasado puede tener importancia, pero no la suficiente como para ser olvidado en tres días. Les cuesta más que a los primeros enamorarse pero siempre acaban haciéndolo. Muestran sentimientos a la persona actual y a veces, pueden tener pensamientos pretéritos hacia el ayer. Al final, acaban relegan el pasado.
Y finalmente están los que piensan que el enamoramiento es algo insólito, y ahí me incluyo. Estas personas silencian sus sentimientos. Una vez que abren su sentimiento más profundo se entregan a un plazo indefinido. Son reacios a tener relaciones y el pasado perdura con buena sensación. No pueden volver a enamorarse por miedo, pero finalmente -sin fecha estipulada- aparece alguien que les recuerda lo bonito que es enamorarse y entregarse a una persona sin mesura desde ese momento hasta el resto de su vida. Y es ahí, cuando el pasado ya no es pasado, sino el libro que le enseñó a volver a enamorarse.
El último párrafo