Sin quererlo hayo un resquicio ilustrado con un jeroglífico tallado a fuego. Me envalentono frente a él, desafiante, cual espectador, a esperas de que la piedra grabada dicte sentencia. Me hable. Su respuesta no es más que un aura de silencio envolvente. Satisfecha deshago la mirada previamente construida y parto con un aire contundente y fresco de ensimismamiento. Mi tiempo no duda. Soy consciente de nuevo. La mejor de mis lecturas.