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Qué Pienso Cuando Pienso En Transcribir Mis Pensamientos

Escribir es como comer pipas. Disipa. Transcribir los pensamientos engancha. Te hace jienense, volviéndote salao a la par que insonrrible. ¿No es horrible? Sacia en el momento y no a la larga. Siempre ansías una dosis mucho más alta.

La adicción sucede porque te ordena. Y por mucho que seas feliz y entiendas tu desorden siempre da gusto cuando cada libro está en su correspondiente leja. Al dente. En su punto. Y no te partes los dientes por buscar en los más recónditos escondites que ni tú conoces.

Además te hace mantener la mirada a lo lejos, y te percatas hasta del más minúsculo detalle, esos que están fuera del alcance de quién mira y no ve. ¡Mira! El final de la calle. ¿No ves la señal de callejón sin salida? Y adivinas lo implícito. Elucubras lo ya explícito. ¡Que no hay más vuelta de hoja! Por muchas de ellas que caigan de los árboles. Simplemente es otoño. Pero te abstraes de lo tangible, extraes lo imperceptible. Abstracción sin fundamento.

Lombarda. Para tí, drusas de amatista. Y mira que el violeta a los tontos espabila. Pero nada. Nadas y nadas, incluso dónde no hay agua.

¡Un verderol! ¿Pájaro o pescado? Si miras hacia arriba lo primero, si hacia abajo lo segundo. Así con todo. Doble sentido y tú vas en los dos al mismo tiempo, sin el don de la ubicuidad. Sigue nadando. Como Dori, pero no amnésica. Memoria de más.

¡Una doncella! ¿Con forma de mujer o de pescado? Si miras hacia arriba no hay solución, el sol te ciega, pero si miras hacia abajo lo segundo, y ¡lo primero y lo segundo conjuntamente! ¡Una sirena! Ya estoy fatigada de tanto chapuzón. Mejor me hago la muerta, y una buena ola me hará el favor de arrastrarme sutilmente hasta la orilla. ¡Qué maravilla!

Lo que la mente vuela y recorre sin hacer la técnica de la mariposa y sin vestir sus colores magistrales. Tal maestría me brinda la perfecta escapatoria. No pone condiciones, aranceles ni alquilares desmesurados. No tiene techo y analgesia. ¡Qué poco agradecidos son algunos fármacos! No satisfacen tu necesidad de acabar con el dolor, sino que te intoxican.

¿Y qué opinas de las pipas? Media bolsa y ya me escuecen los labios. Vaya un agravio. Pero no puedo parar de abrir sus lados enfrentados y sacar el fruto del girasol. Bonito sonido y qué olor. ¡Pero no! O acabar con una grieta o el exilio. La segunda opción en un vaso de agua fresca. Lo compro. Dicen que da la vida.

Ávida de transcribir mis pensamientos. No es un cuento. Sino que el mejor de los ungüentos. Por hoy ...¡Chín-chín! Aunque sea con champín y no con agua. Que escribir me deja completamente en enaguas. A mi salud.
Andreanadal05 de julio de 2017

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