Una rosa prendida en el pecho lleva, mi niña, ¡ay, una rosa negra!
¿Se la dio la noche o se la dio el día?
Grabado en el rostro tiene una pena blanca, ¡ay, blanca como la luna!
Sus ojos esconden la verdad de su secreto y ni las estrellas titilantes, testigos del mismo, conocen su sufrimiento.
Mi niña llora, ¡ay, desconsolada!. A su jinete partir vio quebrándose así su razón.
Desde su ventana mira ausente ¡ay!, el horizonte.
La rosa negra en su mano toma y en un acto de locura, al vacío se arroja.
Encantada de leerte, lucido relato.
Cariños para tí,