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El Circo de Los Espejos. #5 - Valle Rocoso Parte.1

Capítulo 5
Valle Rocoso Parte 1

La mente de Yoshira divagó por algunos segundos en un mar de ideas inconclusas. No tenía la menor de idea del porque o él para que le abrían escogido en un cargo, que claro, jamás había oído en su vida.
—Así que, en resumen, seré tu sensor si es que deseas tomar el cargo para convertirte en Canciller de los humanos.
Parloteó Lord Ferdinand mientras guardaba de nueva cuenta el trozo de papel en su bolsillo, pero Yoshira no estaba escuchándole del todo. Asintió con la cabeza numerosas veces mientras el conejo seguía con largo discurso de reglas y de lo estricto que era.

El viejo anciano de la pequeña caseta de peaje alzó su mirada para observar cómo es que, en el horizonte bautizado por una luna esplendida, se acercaban más viajeros. Podía contarles con exactitud, eran 3, más un animal de carga posiblemente un caballo. Con un movimiento muy astuto el viejo tomó el arma que guardaba en el estante bajo el mostrador, por si se tratase de ladrones. Pero de ser así, poco podría hacer un hombre de tal edad.
Unos minutos fueron suficientes para que llegaran justo donde el viejo.
—¿Qué les trae por aquí viajeros?
Dijo el cobrador con la armonía que solía recibir a todos los que viajaban buscando un refugio del frio invernal, al que por supuesto él estaba acostumbrado.
—Buscamos donde dormir.
Respondió el más alto de ellos, que llevaba una capucha para ocultar su rostro, una gabardina que cubría de cuerpo entero hasta las rodillas y un par de botas muy finas, negras que brillaban contra el candil del viejo. –Aquí tiene el pago. Extendió al instante una moneda de oro haciendo que el cobrador abriera los ojos de par en par como jamás en su vida.
—P—por supuesto, adelante. Recomiendo la posada de mí prima Mary.
Tartamudeó mientras se regocijaba de tener el salario de un mes en una sola noche.
Los tres, cuyas gabardinas eran similares. Unas más sucias que otras. Partieron junto con su animal, negro como la noche misma y de gran altura, con grandes patas musculosas; y adornado con una silla de montar de plata bellamente labrada, de las que usualmente solo son accesibles para la nobleza.
—Iremos hacía la posada de Mary como dijo el viejo. Con suerte tendremos nuestro objetivo.
Dijo el sujeto alto. No hubo respuesta de los otros dos que iban junto con él.
—Iremos a otro lugar, no puedo concebir el sueño estando en el mismo lugar que lo hacen ellos también.
Respondió con voz femenina, la segunda en estatura, quizá de unos 1.70 de altura. Justo al lado opuesto del varón dejando a otro más pequeño, de unos 1.65 en medio, aún sin recitar palabra alguna, o sonido.
—Entendido, pero si hacemos eso podríamos perderles la pista.
—No lo haremos, ellos no se irán hasta pasado el sol de mediodía.
—Confías mucho en esos ojos tuyos, demasiado para mi gusto personal. Pero creeré en tu palabra en vista que no has fallado una sola vez.
—Tu confianza es apreciada.
Respondió ella con una voz muy calmada mientras contaba los pasos que quedaban para llegar hasta una posada, que se veía incluso más lujosa que la de Mary.

Tomó toda la mañana tras levantarse los muchachos el explicar quién era Lord Ferdinand y que haría. Evidentemente Kevin rechazó el tener que andar por allí con un animal tan poco masculino. Además del hecho de que sería otra boca que alimentar y para esos momentos apenas podían con las provisiones para Hamelín, Yoshira y el mismo, sin contar al caballo.
—Me niego a llevar a un maldito conejo con nosotros.
Continuó repelando el joven de traje mientras clavaba una mirada acecina sobre el Conde de Célibe Hill
—Me temó mi buen Maestre, que es una obligación necesaria para la joven dama presente ante nosotros, y propia claro está. Pero no tienes que tener preocupación alguna, solo como una vez al día.
—No creo que sea problema Kevin.
Intervino Hamelín con su usualmente voz solemne, pero inexpresiva. –Voto por que venga con nosotros, mientras más podamos charlar será más ameno el viaje.
—¿Me acabas de decir que te mueres por hablar con un conejo?
—Bueno ya basta chicos, está decidido. Lord Ferdinand vendrá con nosotros, aunque Canciller, puede ser un viaje largo y lleno de rarezas.
Advirtió Yoshira. El conejo puso una sonrisa y movió su nariz de lado a lado en forma de confirmación. –Entonces, vamos en camino, rumbo al lago de los mil suspiros. ¿Cierto?
Kevin asintió con la cabeza. La siguiente hora fue para que todos se bañaran y quedaran listos. Mary amablemente regaló a Yoshira un par de trajes sumamente femeninos que eran más prácticos para el campo abierto que los que traía ya puestos. También les regalo unas gabardinas con bellos bordados discretos en los dobladillos, excelentes para el frio por si les tomase la noche en medio de su camino. Y una hora más tarde, justo por las doce con quince minutos aproximadamente habían terminado el desayuno de la casera. Hamelín pagó a Mary por toda la hospitalidad y salieron por la puerta mientras Kevin regresaba del establo con el animal. Obligó de nuevo a que Yoshira le montara mientras Lord Ferdinand se escabullía enfrente de la dama sobre el lomo del animal.
—Entonces cuando lleguemos allí tendremos que buscarle hasta que puedan darnos una referencia del anciano, ¿no es así?
Preguntó la dama.
—Ese es precisamente el problema que nos aqueja. Según los rumores que escuché en mi país de origen no hay ninguna casa alrededor de ese lago, debido a que es asechado por un mounstro que allí habita. Algunos dicen que el viejo lo colocó allí tras las hordas de gente que le buscaba para saber del circo. Así que tendremos que ser cautelosos para no poner en riesgo la vida de Yoshira, he Kevin.
Dijo Hamelín.
—Obviamente. No te preocupes Yosh no dejaré que ese pez de tamaño extra grande te toque un solo cabello.
Respondió El Maestre a lo que ella regaló un gesto de reverencia con la cabeza, acto seguido con una sonrisa.
—Sabes, nunca pensé que esto podría llegar a ser agradable. Pues cuando me metí por aquí pensé que sería una pesadilla, quería huir al momento. Pero no cabe duda que el destino tiene, giros sorprendentes y de buen gusto. Me alegra haber conocido a Kevin, aunque al principio fuiste un poco rudo. Y a Hamelín, que es un talentoso músico, que sigue reprimiendo sus canciones.
Volvió su mirada al chico castaño quien se petrificó de la cara –Promete que uno de estos días me darás una serenata. El joven flautista asintió con nerviosismo –Y a Lord Ferdinand, aunque no lo conozco del todo bien, sé que será un compañero muy agradable.
—Damisela, por favor. Los nobles como su servidor no deben confundirse con vulgares y corrientes amigos. Además recuerda que soy tu sensor, y nada más.
Yoshira soltó una bella risa, y luego Kevin.

Los otros viajeros salieron de la posada con unos 20 minutos de diferencia con el grupo de Yoshira. Pagaron con creces el servicio prestado dejando al casero feliz de la vida. Aun siendo plena luz del día las capuchas no se bajaban. Y el más pequeño de ellos, seguía sin hablar.
—¿Y ahora, que?
Dijo el alto.
—Van por el camino norte, parece que se dirigen hacía el Lago de los mil suspiros. Seguramente; No más bien, con exactitud pretenden informarse de como hallar el circo con el anciano que cuentan vive allí.
—Asumo que simplemente se trata de una leyenda cualquiera. De haber encontrado el circo ese sujeto no estaría viviendo como un solitario ermitaño.
—¿Dices que habría tomado la salida hacía el mundo real?
—¿Tu no harías lo mismo?
—Ya me he acostumbrado vivir en este tiempo que nunca se mueve. Para mí sería más aburrido, sin mencionar fatal el regresar al mundo. Hizo unas comillas de aire con sus dedos. –Real.
—Entonces aún no me cabe la idea de que buscas dentro del Circo. ¿Poder? ¿Amor?
—Al igual que tú, busco saciar aquello de lo que mi alma está vacía.
El más pequeño del grupo montó sobre el lomo del animal ayudado por el tipo alto. Parecía que se trataba del equivalente en importancia, para ellos dos, como lo era Yoshira para Kevin y Hamelín.

Justo sobre un colgadizo puente, casi inservible, se hallaba el Arlequín disfrutando de la vista que apenas se apreciaba gracias a una densa neblina. Bajó su cara hacía el fondo y pateo una pequeña piedra hacía el abismo para oírle chocar contra una masa de agua unos treinta segundos más tarde.
—¡Arlequín!
Exclamó una muchacha justo en la entrada del puente. El joven volvió su mirada hacía su emisora. –Debo estar cerca del circo si tú te encuentras por aquí.
—Las cosas que uno asume por cuenta propia son relativamente proporcionales a la cantidad verdad está disponible, y la maleabilidad de esta por parte de personajes ajenos, que tenderán tretas si tu convicción no está conforme a la que ellos promulgan como verdaderamente suya.
Pronunció el Arlequín sacando un fino pañuelo color blanco. La chica rubia se quedó paralizada, había seguido a otros que buscaban el Circo igualmente, y de ellos los escuchó decir que cuando él sacaba un pañuelo color blanco era señal de luto por la muerte de alguno de los que buscan tan desesperadamente su Circo. –Oh valiente damisela, que ha trepado hasta los confines de este mundo infinito, de puestas de sol escarlata y ámbar. ¿Cómo habrás de conseguir aquello que más deseas en la vida, cuando has perdido el camino que la hacía tener sentido?
—¿Q—qué quieres decir con ello?
Preguntó un tanto más nerviosa por las palabras que acaban de resonar en su cabeza.
—Que en efecto mi cálida dama, te encuentras cerca del Circo. Justo al otro lado del puente, pasando un pequeño manantial de agua muy pura, donde nacen todos los sueños que tienen los humanos. Allí, detrás del árbol más viejo y sabio hallarás el Circo de los Espejos. Anda a prisa.
Ella sonrió con alegría. No podía creer que sería la que lo lograría. Caminó rápidamente por el puente colgante, en realidad se halló corriendo. Y justo cuando daba el último paso la madera bajo sus pies colapsó en un estruendoso crujido mortal haciéndola caer mientras el Arlequín le miraba con los ojos llenos de serenidad. Y entonces mientras ella caía hacía el vacío y tragaba la niebla espesa que se encontraba rodeándolo todo, comprendió las palabras del Arlequín.
“Que tenderán tretas si tu convicción no está conforme a la que ellos promulgan como verdaderamente suya”. Fue lo que repicó mil veces en su cabeza hasta que se le perdió de vista. Observó atónita el pañuelo blanco caer hacía ella de la mano del Arlequín. Y al igual que la roca, treinta segundos después se escuchó el agua impactar, y era lógico el resultado de ello.

Apenas habían pasado unas horas de caminó. Yoshira, Kevin, Hamelín y Lord Ferdinand se encontraban cruzando un valle rocoso totalmente árido al que habían llegado hace un aproximadamente una hora. El calor era tan sofocante que Kevin llevaba su saco sobre la espalda.
—Deberíamos parar a comer y descansar un poco de este abrazador clima.
Dijo Hamelín buscando con la vista algún lugar donde hubiera sombra.
—No te lo recomiendo muchacho.
Respondió Lord Ferdinand secando unas gotas de sudor de su cara con un pañuelo blanco adornado de encajes. –Este lugar es peligroso. Según tengo entendido aquí es hogar de bandidos que suelen asaltar a los viajeros. Y ustedes no se ven particularmente fuertes. Tengo suficientes referencias creíbles como para atreverme a decir que no tengo grado alguno de error.
Afirmó con solidez en sus palabras llenas de ese molesto acento. Kevin miró de reojo hacía Lord Ferdinand con un poco de rabia.
—Odio que me subestimen. Procura no molestarme conejo, o tú serás la cena en la próxima estancia.
—De nada sirve pelear entre nosotros.
Intervino Yoshira mientras cubría sus ojos del sol con su mano izquierda para lograr una mejor visión del horizonte que se distorsionaba por las ondas del fuerte calor. Un ruido de rocas cayendo capto su atención justo detrás de ellos y al volver su mirada solo logró divisar la sombre de un pie que se retiraba a gran velocidad.
—Ya están aquí.
Pronunció Lord Ferdinand con un tono serio y firme. —¿Qué harán?
—Yo soy suficiente para un montón de bandidos.
Dijo Kevin mirando alrededor, luego se volvió hacía Hamelín. –Quédate con Yoshira y que no le pase nada.
—De acuerdo.
Respondió el flautista mientras tomaba su instrumento musical del bolso que siempre llevaba a la altura de la cadera.

Por arriba del valle rocoso, en la planicie de roca solida un montón de hombres sucios y vestidos con harapos rasgados se agrupaban. El más grande de ellos, de cara dura, barba estilo candado afeitada rústicamente; pero crecida ya hace unos dos días, parecía ser el líder por llevar un medallón de oro macizo en el pecho.
—Otro grupo de viajeros en busca del Circo de los Espejos.
Dijo el sujeto con voz gruesa, reflejando su temperamento y apariencia –Creo que debemos terminar con su agonía de una vez por todas. Todos comenzaron a reír. –Oh miren, pero que buen botín tenemos esta vez. Una mujer. Creo que esta noche tendremos mucho para divertirnos. Sonrió el tosco sujeto de manera sádica con sus sucios labios partidos por el calor. De entre la multitud de hombres, abriéndose paso forzadamente llega un joven de unos 12 años cuando mucho, delgado y de cabello castaño con una cinta de tela roja atada sobre su frente.
Anistondash12 de julio de 2012
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