Nada. Todo. Qué más da.
Da igual, porque igual seguirá todo,
aunque no tengamos nada.
Nada entiendo, nada me creo.
Creo que nada será ya lo que era,
pero estando juntos hace nada,
creía estar empezando todo.
Todo tan bien, tan mal.
Bien cuando estamos tan cerca que puedo nadar dentro de la peca de tu ojo izquierdo.
Mal, cuando la realidad me da un derechazo, y ya no te noto, estás lejos.
Cerca. Lejos.
Somos dos maletas abandonadas en una misma estación de tren, en andenes opuestos.
Cuánto más nos acercamos, más posibilidades tenemos de ser arrollados por el tren, porque ambos sabemos que ya no estamos a tiempo de subirnos.
Estamos tan cerca y a la vez tan lejos.
Ser. Estar.
Estamos durmiendo en una misma habitación, en la misma cama y cada vez estoy más convencida.
Somos, nos estamos convirtiendo poco a poco, en dos desconocidos que se conocen muy bien.
Mucho. Poco.
Lo que que estaría dispuesta a aguantar. Cansa dar pasos de ciego.
Cansado está mi corazón de tanto trasiego.