Todos somos música.
Aquella tan mágica,
y a veces,
aquella tan trágica.
Somos pulsaciones,
somos vibraciones,
somos emociones.
Observa el corazón
cómo bombea la sangre
que hace que te levantes.
Y ante eso,
emerge la música.
Pulsátil.
Se alza.
Te alza.
Y como hace tu corazón,
respiras
y aterrizas
en el sin razón
en aquellas
malas ideas,
en tus impurezas
y de golpe sucede,
precede
paz
y te limpias.
Hay veces pero,
que todo es sucio,
contaminado
por la ira
o por la tristeza
o por la razón que sea.
Qué más da.
Sólo
tienes
que
saber
escuchar.
Si son pedazos los que cayeron
por aquella sacudida inmensa
no te rindas,
vibra
y calibra
tu vida.
Viaja a través de ella,
confía.
Música,
¡ay!
Mi musa.
Mi salvavidas.
Mi perfecta
compañía,
Mi perfecta sinfonía.
Permítame que te diga,
querida mía
que sin ti mi vida sería ruina,
simple rutina,
una pura toxina dañina.
Y añadiría,
además,
que sin ti,
amada mía,
estaría apagada.
Atada en un lugar
lejano
viajando en el limbo,
posiblemente buscando
Aquello con lo que poder luchar.
O tal vez ya ciega,
niega
continuar.
Y tú,
que sé que lees esto,
no olvides nunca,
aquello que en su día dije.
Tú,
Tú,
Eres
Mi música.
