A veces una simple palabra tirada desde la lejanía no es suficiente y se queda corta, por mucho sentimiento y por puro que sea el emisor.
A veces el ser humano aspira a tener contacto, a sentirse amado, a experimentar que es lo suficientemente bueno para alguien. Aspira a poder comportarse de manera egoísta, espirando de la demás sobrada sociedad para quedarse únicamente contigo.
Y tú, siendo consciente, sabes que muere una parte de ti cada vez que alguien no te busca, no se molesta -al igual que tú te molestas en dicha persona- en hacerte el más mínimo gesto de confianza, algo que te diga que el hilo de conexión que había entre vosotros no ha sido ya cortado. El simple hilo que remonta a toda una persona.
Pero al mismo tiempo, por otra parte, te vuelves adicto al masoquismo que supone. Sentir el dolor que te causa es mejor que no recibir nada. Sufres en silencio y lo disfrutas sin más, porque en vez de dolor la sensación de perder al sujeto te causa vacío.