Estoy en la ventana con la impaciencia carcomiendome, saben desearía que los años no tuvieran meses, días, horas, minutos ni segundos.
La luz de la mañana me acaricia, prometo no cerrarlos, mi posición estará fija, como el guardián del edifico rosa. A él le gusta contonear el humo en su boca, cuyo olor odio con desmesura, pareciera ser que justo alguien simplemente se soltó un derrame en tus narices!!
Sus maniobras de humo! No podía evitar extasiarme con ellas. Cuando me veía dando vueltas por ahí, sonreía mostrando por un momento algunos de sus trucos más complejos.
Sigo frente a la ventana, la mañana es hermosa, quisiera que mi promesa no tuviera el peso de mis remordimientos. Quisiera que la memoria se ahogara en el remolino salvaje del río Amazonas, ser testigo de su cuerpo muerto y sonreir por adentro. No podría ser correcto, obviamente, con tanta gente seria y el luto en sus corazones.
Mis ojos se han tornado viejos, mis huesos duelen como los de la Señora Celia exclamando - Mis huesos! Madre santa!!
Ya sé que suena exagerado, pero les juro que si estuvieran en mi lugar, correrían a llorar, no los vería como yo en ésta ventana, con la luz de la mañana y una espera que ha decidido maldecirme. Lo juro por los años, días, minutos y segundos, compañeros testigos, de mi espera, esa espera que no soltará mi alma.