Unos ojos que brillaban y me decían ven,
una mirada profunda,
penetrante, amable, sencilla, juguetona;
una sonrisa adjetivo etereo,
unos labios rojos, calidos, tiernos, húmedos.
Cada rincón de ella era para mí un mundo perfecto e inexplorado,
un paraiso perdido en cada uno de sus pliegues.
Cuando me besaba me abría, me vaciaba y
se llenaba de mí.
Cuando me miraba todo mi cuerpo temblaba irradiado por su luz,
deslumbrado por la grandeza de tanta pasión,
de tanto amor susurrado.
Y yo me elevaba de las profundidades abisales
al limbo de su frágil paraiso.
Y yo, en un arrebato de felicidad, la hacía volar entre mis brazos;
alzaba al mundo ante mí,
con mi poder,
al amor con todo mi amor.
Cuando el crisol de sus cabellos filtraba la luz del sol
aparecian nuevos colores, tonalidades nunca antes contempladas;
y en la noche mientras ella dormía yo velaba a su lado.
Un halo de luz difusa parecía iluminarla,
una luz vaporosa que la protegia de todo influjo adverso,
como para perpetuar su pureza a través de la eternidad,
como para que yo velase la pureza de sus sueños.
Unas manos pálidas.
Unas caricias largas, firmes, secillas, místicas.
Has nadado en las nubes y ellas te han acogido y te han llevado al Olimpo de los poetas.
Has nadado entre versos, entre sue?os, entre noches de luna y de misterio.
Eres grande, Poeta, eres grande.
Comentarte es todo un privilegio.
Gracias