Sólo ebrias de elixires baratos
podrían pasar por mi puerta
y yo acogerlas por piedad.
Sólo así me dejaría rodear por sus brazos.
Es mutua la omisión que nos enfrenta.
Incrédulo mi juicio, más no así mi desconfianza.
Esta memoria no olvida... .
Sí..., han alcanzado mi boca
y por qué no admitirlo,
también a mi voz negligente
que no aprende a callar.
Sólo cuando mi dignidad,
(que no es perfecta),
festeja sus fracasos,
con cínica apariencia
las llama amigas.