El éxodo de los brujos.
«Un arrebato al regreso tuvimos,
Justo en el peor tiempo del año.
Para un viaje tan largo:
Los pasajes fueron hondos y el céfiro vehemente,
La caída de un nosotros yació verídica producto de esconderse del miedo.»
Los ungulados roídos, llagados, renuentes,
Yacían en la cellisca desleída.
A veces lamentamos los espejismos, nuestros recueros del ayer.
Los alcázares de estío sobre pendientes, las terrazas,
y las infantas de seda jugando a la cuerda blandiéndola.
Recordamos las personas de las caravanas injuriando y renegando
Escapándose, y anhelando alcohol y matronas,
En aquellas fogatas noctámbulas que hacían callar la música nocturna de grillos y cigarras.
En nuestras mentes quedan aquellas urbes hostiles y las villas adversas
Las aldehuelas indecentes que pedían altos precios por la morada:
Aquel periodo escabroso.
Hizo que al final elegimos transitar todas las noches,
Dormitando en arrebatos,
Con un sainete adentrado en nuestros interiores cantando en nuestros oídos y diciendo
Que todo era una locura.
A la sazón, en la alborada dirimimos una quebrada sosegada,
Acuosa, debajo, la trinchera de nieve, fragante en espesura,
Con una estereotipado ruido de agua desplazándose y un molino de agua agitándose.
En la noche,
Y con árboles en el cielo bajo.
Vimos un viejo alazán aporreando la pradera con sus desgastados cascos.
Pronto alcanzamos una cantina con hojas de cepa sobre el dintel,
Con innumerables manos en un torno abierto tentando vestigios de argento,
Y almas en pena pataleando los vanos pellejos de vino.
Todos aquel sitio, olía a viejos perdedores de ayer, y sorteamos tan maléfico lugar,
Al hacerse de nuevo la mañana, de nuevo un rió, refresco nuestras conciencias,
Hallando el término; naturaleza que aún no estaba muerta, y de nuevo nuestra esperanza.
Todo esto sucedió hace infinito tiempo, es reminiscencia,
Volvería a vivirlo, pero consideraría,
Sin arrepentimiento.
Y me preguntaría.
Esto: ¿Hicimos todo este camino para
El Nacimiento o la Muerte? ¿Hubo en verdad un Nacimiento, infaliblemente?
Poseíamos certidumbre y ninguna vacilación. Hemos contemplado los nacimientos y la muerte,
Pero había alguien especulado que ambos eran diferentes; este Nacimiento fue
Una perdura y una atormenta agonía para nosotros, por todos estos feudos donde aprendimos,
Un más quiero serenidad aquí, es el requiero de antiguas dispensaciones,
Con una población ajena asiendo sus Dioses.
Yo me deleitaría de otra muerte.