"Cruza los bostezos con mis caricias, déjame hacer un tornado hambriento.
Vuelve a quedarte durmiendo sobre mi pecho, necesito escuchar mi corazón, saber que aún sigo vivo."
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- Shhhhhhhhhhhhhh.-Una mujer cercenó sus labios, y empezó a caminar con poder. Era como un ritmo súbito que llamaba a su puerta, no podía quitarle el ojo de encima.- No entiendo más, no sé por qué, no hay marcha atrás. - Se paró en seco.- Recomiéndame un camino sin catorces de febrero, un camino en donde no caigan bombones, en donde no se hagan invocaciones a la dependencia. ¿amor? Yo diría desamor reflexivo, elevar el bienestar de cualquier otro enemigo sobre el de mi creador.- Dirigió su mirada a un ventanal situado frente a sus ojos apagados.
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El dueño de aquel ventanal oyó sus palabras, cerró la persiana.- Implorar, es el bello recurso de lo caídos.- Asentía en mitad de su soliloquio desvariado.- Negar la necesidad de ser amado que todo ser posee y que fue la que lo engendró, propio de narcisistas, cándidos. No me hables de la desgana y grita que no existe la desolación. Tristeza y hermetismo, debilidad de almas impuras.- Pero había olvidado que a sus espaldas el teléfono estaba descolgado, su nieta escuchaba con una muñeca andrajosa, sin ojos, cubierta en barro.
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La ancianidad anda siempre en jardines inexistentes. No pueden llegar a mi y sé que a ti tampoco.- Acariciaba el plástico como si pudiese recibir calor de aquel trozo de petróleo pagado con sangre.-
Mantienen debates, que ellos son felices dicen. Pero cuando llegan las noches de San Juan, huyen al patio y comienzan a llorar, y a hablar. Se resienten esta vez. ¿Son aún más cobardes que los que encaran al temor de la existencia en lo caótico? ¿Son más osados vendiendo alegrías y cuentos de caballeros medivales para ir en las noches de canícula a mi jardín virginal? Viven en diferentes mundos que nosotras, quizá olvidan que la complejidad no es cosa de senectud.- Aquella se asustó cuando vino la noche, tiró a su muñeca en el cajón de arena y corrió a casa.
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Y ella se marchó por las calles cuando el frío de la noche la armó de cólera. - Siempre palabras evenenadas de ellos, siempre incompresión y lamentos. Siempre lucha con lo viejo, siempre caricias de veinte céntimos. Quizá me hicieron para esto y esa es mi función. Escuchar problemas de los indefensos y arañar mi rostro con guijarros cuando la ahogada al fin expulsó el mar que la atragantó.- Refunfuñaba y caminaba inexpresivamente, la habían creado así. Y aquel trozo de negrura natural convertida en belleza artificial sonreía agredida, utilizaban su molde cada día.