Era mentira
cuando dije
que no yo no viviría
hasta que tu murieses.
Seguro que alguien
está mirando
como nos aplastamos
la cabeza
solo para continuar
lo que empezó
entonces.
Para perpetuar
lo que ya nadie
quiere recordar.
Verdadero amor
al veneno,
lo veo cada día,
cada vez
que podrías tomar
la ruta
hasta ese lugar
en el que te espero
y te enamoras
del derrotero.
Demasiado.
Excesivamente demasiado.
Luego
no entiendes
por que
prefiero
la solitaria,
silenciosa
terraza del paraíso.
Luego
no entiendes
el por que
de mis manos resecas,
del sonido
de mis pasos
alargándose
hacia
cualquier otro lugar.
Te mentí
el día que te dije
que yo no viviría
hasta que tu murieses.
Pero los pasos
se han vuelto,
de verdad,
muy largos
y parece
que marchan
muy,
muy lejos.