Es mi ciudad una plaza de monumentos
dedicados a la mediocridad del hombre.
De la triste historia quedan los cimientos,
de la triste historia del hombre pobre.
Es mi ciudad una lujosa madriguera
con ratas que usan finísimas corbatas.
Caminan todas en una sola hilera
aunque sólo caminen sobre dos patas.
Es mi ciudad una máscara de rencores,
con carnavales que disfrazan la tristeza.
Atrás quedan la mentira y los dolores,
durante cuatro días de lujuria y pereza.
Sin embargo expreso mi amor masoquista
a Barranquilla, la ahogada en el mar
a la tierra que crió este ser realista,
a la que debo -con indiferencia- aceptar