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Rhodia. Ahora Ya Sé que Me Amas.

Los asuntos Clearstream, Elf, las fragatas de Taiwán, Rhodia, están íntimamente relacionados y constituyen el mayor caso de manipulación político-financiera jamás registrado en Francia. La presente novela se inspira en esta trama oculta, cuyo misterio sigue obsesionando a los medios de comunicación, así como a los tribunales. La impresión que dejan sus principales personajes, así como el ambiente en que se desenvuelven, no es precisamente halagadora para la sociedad en que vivimos, pero también es verdad que ninguno de ellos ha arado recto. Si alguien se sintiere escocido por algún reflejo, atribúyalo a un exceso de imaginación.
He aquí un extracto de la novela:
Ophélie, la secretaria de Paul, barrió en vano con la mirada el vasto despacho en busca de la figura hética de su jefe. Éste se hallaba ya cruzando, al volante de su Porsche Carrera, el puente de la Coulouvrenière. Había recibido un mensaje urgente en su móvil. Nada más entrar en la calle Lausanne, aceleró.
-Podía haberme avisado –se dijo, hablando sola.- No me hubiera agobiado tanto buscando los informes y poniéndolos al día.
Despechada, dejó caer bruscamente las carpetas sobre el ciclópeo escritorio de caoba y murmurando entre dientes salió con paso vivo.
Paul avanzaba indiferente a la flemática y consuetudinaria lidia, que se libraba a su derecha, del serenísimo Apolo lanzando parsimoniosamente los últimos dardos dorados de su carcaj ígneo sobre el toro añil del lago de Ginebra. El cielo de la tarde se mostraba variable. De tanto en tanto, acudían hordas de nubes negras que dejaban caer tupidas cortinas blancas, alanceadas por los rayos del sol poniente. Los tejados y los afilados picos que coronan el cerco de montañas, mediante el cual parece arroparse y ceñirse la ciudad, se hallaban cubiertos ya de una costra de nácar.
Imágenes idénticas a las que veía, pero con distinta pátina, a través de todas las estaciones del año, borradas de su memoria desde hacía décadas, se empecinaban en superponerse a su propia forma actualizada. El Rolls familiar subía y bajaba sin orden ni concierto el trayecto más sabido de su vida, el que le lleva al subsuelo de su infancia. El chófer con uniforme y gorra de plato conduce siempre en silencio. Gustav, a su lado, frunce las cejas oteando con sus ojos zarcos las aguas azules del lago y los contornos de la ribera, durante los trayectos de ida; y en los de vuelta, adopta su clásica postura hierática para leer el periódico. Ser rico exige tanta profesionalidad como cualquier otro oficio, le aleccionaba ya cuando sólo tenía seis años. Y lo mismo le llevaba a la piscina, o a la pista de patinaje, que a una junta de accionistas. Luego comían en lujosos restaurantes, paseaban por el puerto o por el parque de la Granja o de las Aguas Vivas o el de Mi Reposo. Gustav apreciaba el silencio. Por eso, acaso, las frases lapidarias que soltaba, en el momento más inesperado, quedaban cinceladas de una vez por todas en las paredes de la memoria. El dinero hay que saber ganarlo y hay que saber despreciarlo. El dinero es un veneno y también su antídoto. Es como el agua, que aprende su camino, y donde ha corrido una vez, correrá siempre. Tú eres un Reitzenstein, de la dinastía de los Reitzenstein alemanes, que no pase un minuto de tu vida sin que hayas pensado al menos una vez en ello, que antes se te olvide la traza del mear que la relevancia de tu abolengo. Para concluir la tarde, entraban en un suntuoso café de la Strada Commerciale.
El deportivo aminoró la marcha, torció a la izquierda y comenzó a ascender la ladera. Esta nueva carretera era más estrecha, aunque primorosamente asfaltada, y zigzagueaba, reluciente, como una serpiente de plata, ascendiendo, entre mansiones de lujo y parques cuidados con absoluta pulcritud y esmero, hacia la alta barrera de montañas.
De nuevo tuvo que abandonar el camino principal, enlazando con otro, éste privado, si bien igualmente asfaltado, que avanzaba a lo largo de una tapia de mampuestos. A poco se separó de ella, describió un amplio arco, al tiempo que vencía un ligero repecho, y, de repente, Paul se encontró ante una pesada verja de hierro forjado que al punto se abrió, sin darle siquiera ocasión para detener por completo el coche. La residencia principal no se veía aún, tan sólo la panorámica de un ángulo, perteneciente a un parque que sabía inmenso. Paul aceleró el sigiloso vehículo, alzó ligeramente el pie antes de tomar la curva y sólo a la salida de la misma pudo contemplar, por primera vez desde hacía quince años, el compacto castillo de sillería que fue su residencia familiar durante casi la mitad de su vida.

La novela completa la podrás encontrar en los siguientes enlaces:
http://www.bubok.com/libros/15669/RHODIA-AHORA-YA-SE-QUE-ME-AMAS
http://stores.lulu.com/store.php?fAcctID=2001921
Batesphilip19 de septiembre de 2009

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