Había pasado demasiado tiempo. El odio se había esfumado y mis esfuerzos por seguir aún permanecían. Subí las escaleras detrás de él. No había nadie más alrededor, y eso era justo lo que necesitábamos.
Abrió la puerta y sin mediar palabra, desnudo mis frases sin necesidad de que abriese la boca.
Volví a recorrer sus labios. Era algo tan maravilloso que jamás quise que acabara. Otra vez estábamos ahí, lo necesitaba tanto que estaba a punto de estallar. Quería sentir su cuerpo, su olor, acariciando todo mi ser. Conocía cada centímetro de mi piel que llevaba su esencia impregnada en mi.
Pero antes de que se fuera pedí un deseo: tenerle otra vez en mis sueños antes de que el ocaso hiciese su aparición.