Volvieron a reencontrarse. En aquel lecho que un día les vio desnudarse el cuerpo, pero no el alma.
—Dime, qué haces aquí de nuevo— preguntó él.
—Supongo que lo mismo que tú— respondió ella.
—No respondiste a mi pregunta— volvió a insistir él.
—Pasarlo bien— dijo ella.
—Yo también.
Pero en sus ojos encontraron la verdad a sus preguntas.