La oscuridad.
La luna.
Mi cuerpo se relaja por primera vez en mucho tiempo. Vuelvo a ese mar eterno.
Me sumerjo en el regalo de la naturaleza, rodeada de colores infinitos, mientras la arena blanca reposa bajo mis pies. Él va detrás mío; ríe de vez en cuando. Me fijo en cada parte de su cuerpo, su rostro. Su pelo luce más dorado bajo el sol, y sus ojos acompañan al mar. Cuando me alcanza, aprovecha para darme un beso en la mejilla.
Seguimos riendo, cuando me doy cuenta de que estamos al borde del límite.
Vuelvo a sentir sus dedos recorriendo mi espalda, y provoca que me retuerza todavía más.
Él ríe.
Pierdo de vista el cielo y, solo escucho una voz de fondo.
—Te has quedado dormida—.Mi acompañante me agita mientras mi cabeza da vueltas y la música retumba cada vez más—Será mejor que nos vayamos.
—Todavía no—insisto a pesar de mi estado de embriaguez—. Quiero tomar una más.
—Está bien. Pero solo una más por hoy.
Un precioso azul vuelve a mis labios y recuerdo esos momentos de antaño, cuando estábamos allí en nuestra particular burbuja. Ahora todo es distinto, y solo me pregunto si alguna vez fui algo para él.
Mi acompañante me mira. Esboza una leve sonrisa mientras escribe en una pantalla brillante.
Sigo con mi copa. Mi copa de mar.
