Es fácil ligar. Bueno, en general. Es fácil llamar la atención de la persona que ha llamado antes nuestra atención. Digamos fácil, entrecomillado. Es fácil ir a tomar algo, hablar de cosas triviales o intentar darle un sentido trascendental a la conversación cuando en realidad nada de eso va a servir para mucho. Es fácil para la gente carismática o atractiva conseguir lo que quiere.

Todo esto es fácil si lo comparamos con lo difícil que es conocer a alguien que sepa querer realmente. Que vaya a querernos realmente. Porque ligar, es fácil. Tener un romance breve, es fácil. También es muy fácil que vayamos a ser engañados, tomados por tontos, y que nos hagan creer que nos quieren cuando en realidad estamos tratando con una persona que vive sin un norte. Una persona hipócrita y sin escrúpulos que no se para a pensar en quién es, qué quiere y qué es lo que está haciendo.

Es fácil vivir en una mentira, escandalosamente fácil. Y para mí, algo que asusta mucho.
No me impresiona desmesuradamente saber que le atraigo a un hombre que me atrae también a mí, al menos, en un principio, y eso para mí, hoy en día, es simple sentido común.