Regálame otro día tu risa.
Que me acaricie la boca,
deja que se derrame en
mi garganta y haga en mi
cuello una herida de
fuego y sombra.
Que tu risa grave, ronca,
hiriente y profunda me
horade el vientre poco
a poco, me rodee las
caderas y se enrosque
en mis muslos como
lo hace la hiedra
en el muro cuando
nace la primavera.
Déjala que venga a nacer
en mis entrañas y se
derrame luego en tus
labios como lo hace la
lluvia en la árida tierra.
Que me vivifique cada vez
que creo estar muerta,
que me salve la vida,
que dé luz a mis ojos
y que pueda hacerme,
cuando tenga sueño,
una cama dentro de ella.
Dairo...muchas pero que muchas gracias. Todo lo que escribo sale de mi, pero esto...es muy de verdad. Porque no es fácil que a mi alguien me haga reír ni que eche de menos una risa.