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Highlander 5

Aquel mismo día dispuse que Douglas fuese trasladado a nuestra casa, y allí, entre todos, nos pusimos de acuerdo para hacer que su vida, el tiempo que le quedase, fuese lo más agradable posible. Cuando digo todos, estoy faltando a la verdad, porque mi hermano no se mostró demasiado colaborador. Ya durante la comida manifestó su desacuerdo con mi decisión, aunque mi madre le obligó a que se callase. Nos había educado para que ningún problema ni discusión se tratase en la mesa, porque ella tenía la máxima de que nada es tan importante como para causar que una comida en familia se eche a perder. Malcom obedeció, y siguió comiendo, pero durante el resto del almuerzo estuvo cariacontecido y con el ceño fruncido. Vi como nuestra madre le miraba varias veces con disimulo, y no podía esconder la preocupación. Después de comer me esperaba trabajo, ayudándole al herrero con varios caballos que necesitaban herraduras nuevas, pero antes quise tranquilizar a mi madre. Le dije que le perdonase, que seguramente todo sería fruto de su edad. Tener quince años no era fácil, ni diecisiete tampoco, si vamos a eso.

-No estoy segura de que sea tan solo por la edad, Alisdair. Tú también tuviste quince años, y nunca fuiste tan rebelde.
-Pero Malcom es distinto, madre; ni peor ni mejor, solo distinto.
-¿En qué fallé?-me preguntó, angustiada. A los dos os he educado de la misma manera, y mírale, parece que en vez de corazón tenga una piedra en el pecho. Douglas ha sido como un padre para él.
-Madre, quédate tranquila, hablaré con él y procuraré enterarme si hay algo que le preocupa, si tiene algún problema.

Durante la tarde no conseguí ver a Malcom, primero porque estuve muy ocupado, y luego, cuando acabé mi trabajo, no conseguí encontrarle. Cuando llegó la hora de la cena coincidimos en la entrada al comedor, y le pedí que me acompañase a la sala, para hablar. Pensé que se iba a negar, porque me miró con el ceño fruncido, pero echó a andar delante de mi, y se sentó en el sillón orejero al lado de la chimenea, mirándome retador.

-¿Puedes decirme qué te pasa, y a que ha venido la protesta de hoy a causa de Douglas? Te advierto que ya está instalado aquí, cenará con nosotros, como ha hecho en tantas ocasiones, y madre no tolerará que le faltes al respeto. Por no decir que yo te partiré la cara si lo haces.

Se me quedó mirando, burlón, con una media sonrisa dibujada en su cara. Me estaban entrando ganas de soltarle una buena tunda, pero me contuve. Aunque solo le sacaba dos años, siempre fui más maduro que él, quizá porque desde mi nacimiento se me inculcó aquello de que como era el primogénito, sobre mi recaería el privilegio del título, pero también, en contrapartida, todos sus deberes.

-¿Crees que serías capaz de partirme la cara, hermanito?-me preguntó, balanceando su pierna derecha, como si me estuviese retando. Se sentaba de manera deliberada en una postura indolente, como dándome a entender que no le importaban mis broncas.
-Procura no ponerme a prueba, Malcom. Tengo bastante paciencia, pero no infinita. No te pido nada para mi; personalmente me trae sin cuidado lo desagradable que te muestres conmigo, pero le debes un respeto a nuestra madre, y también a Douglas, que lo ha dado todo por nuestra familia y ahora está pasando sus últimos días. Y puedes tener por cierto que haré lo que esté en mi mano para que esos días sean tranquilos para él. Se lo debemos.
-Yo no le debo nada.
-¿Ah no? Será que tienes mala memoria. Porque yo recuerdo bien quien te salvó aquel día que inconscientemente te tiraste al lago sin saber nadar apenas. Y también recuerdo quien estuvo a la cabecera de tu cama cuando tuviste pulmonía y nuestra madre también estaba enferma. ¿Quién, dí, te daba de beber, de comer, quien aliviaba tus dolores? Douglas nos ha hecho de padre a los dos, y en buena ley, ahora se lo tenemos que recompensar.
-Eso le hubiera gustado a él, ocupar el lugar de nuestro padre. ¿No sabes, idiota, que siempre ha estado enamorado de madre?
-Lo se perfectamente. Y le honra el hecho de que haya antepuesto el deber de una promesa hecha a un amigo a sus sentimientos. El sabe que nuestra madre no le corresponde, que solo le quiere como a un amigo, tal vez incluso como a un hermano. Y en lugar de marcharse para intentar olvidarla, se ha quedado aquí porque le prometió a su Laird, a su mejor amigo, que se ocuparía de su esposa, de sus hijos y de sus tierras.

Me iba acalorando por momentos, y no quería, así que me di la vuelta y salí de la sala antes de que Malcom pudiese contestarme.

Cuando nos sentamos a cenar, mi hermano todavía tenía esa expresión torva en la mirada, cada día más común en él; pero no hizo nada impropio; se limitó a comer en silencio. Douglas estaba animado, y comió algo, aunque desde luego no como lo hacía antes de estar enfermo, que era capaz de meterse un pollo entero entre pecho y espalda, y pedir más. Ahora comía despacio, como si le costase tragar la comida, y parecía que el simple hecho de llevarse el cubierto a la boca le cansase. Mi madre estaba atenta a lo que necesitaba, y le instaba a probar esto o lo otro. Todos éramos conscientes de lo que pasaba, aunque nadie lo dijese en voz alta. Me fui a la cama con la penosa sensación de que mi adolescencia había terminado, y que pronto tendría que enfrentarme a grandes problemas. El cuarto de Douglas quedaba al lado del mío, y le ayudé a subir las escaleras. Cuando le abrí la puerta para que entrase, me agarró con fuerza del brazo y me obligó a que le mirase.

-Ten mucho cuidado con tu hermano.

Quise preguntarle por qué, pero sacudió la cabeza y me mandó salir del cuarto. No dormí bien aquella noche
Beth10 de mayo de 2010

6 Comentarios

  • Voltereta

    Bien, ha llegado el momento de las intrigas, veo que tu relato cada vez va a más, está empezando a convertirse en una novela y no me extrañaría nada que pudiera llegar a ser una saga, con el tiempo.

    Encantado de leerte.

    Saludos.

    10/05/10 08:05

  • Beth

    Muchas gracias. En realidad, hay una primera parte ya escrita, de unas cien páginas; es la misma historia pero en otra época. A medida que vaya avanzando lo entenderás. Ahora he vuelto hacia atrás en el tiempo y lo intercalo con esta. Un secreto: en época de exámenes, como ahora, es cuando más escribo. Me calma los nervios, pero debería estar estudiando duro, en vez de enamorarme de escoceses del siglo XVIII que no me ayudarán a aprobar. Vamos, que ni que tuviera quince años

    10/05/10 09:05

  • Nemo

    Ahora salta un secreto o una advertencia... que bien!
    Espero lo que sigue mientras recibe un saludos afectuoso!

    10/05/10 10:05

  • Beth

    Muchas gracias, Nemo. Veremos si las Musas me visitan, o los espíritus de las hadas y las silkies de los lagos escoceses

    10/05/10 10:05

  • Mary

    Que interesante se ha puesto, ya estoy deseando saber que pasa
    con Malcon, el porque de su comportamiento. Esperando proximo
    cap.!!! Besoss.

    11/05/10 01:05

  • Beth

    Pues a ver qué le pasa a este chico, a Malcom, porque es tan rarito

    11/05/10 10:05

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