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La Casa de la Colina 13

Me lo dijo como algo sin importancia, como si me contase que mañana llovería. Mi asombro fue tal que no supe que contestar, y él me repitió la propuesta.
-Pero Jaime, es que…
No me dejó que siguiera hablando.
-Ya se que tú no me quieres
-No, no es que no te quiera-ahora fui yo quien no le dejó seguir hablando. Te quiero mucho, nos conocemos desde que yo era pequeña; apenas recuerdo una etapa de mi vida en la que tú no estuvieses presente. Eres muy importante para mí. Pero no te amo, no te quiero como se supone que una mujer debe querer a un hombre. Debo ser honesta, Jaime, y decirte que yo sigo queriendo a Lucas. No volveré con él, es un asunto terminado, pero todavía le quiero.
Él asintió y me dijo que todo eso ya lo sabía.
-Soy consciente de que soy para ti como un hermano, de momento. Y no me importa. Yo siempre te he querido, creo que desde que eras una niña pequeña y a veces tu madre me pedía que te acompañase a la escuela o que te ayudase con los deberes. Pero no te lo conté nunca, porque tampoco esperaba que te enamorases tan pronto de Lucas. Lo acepto todo. Cásate conmigo y tu hijo tendrá un apellido y un padre.
-¿Y el amor? ¿No es importante para ti?
-Ya vendrá. Antes los matrimonios los arreglaban los padres, entre personas que no se conocían siquiera, y el amor llegaba con la convivencia.
Seguía sin convencerme la idea, y le expuse un montón de argumentos en contra. ¿Y si el amor no llegaba con la convivencia? Me parecía un completo sin sentido unir mi vida a alguien que para mi era como un hermano mayor, alguien que siempre me había protegido y en quien confiaba, pero al que no amaba.
-Ya amo yo por los dos-me rebatió él.
-No me parece justo para ti. Mereces tener a alguien a tu lado que te quiera de verdad, y hoy por hoy no puedo ofrecerte eso. No estamos en el siglo XVIII, no es el fin del mundo tener un hijo sin padre.
Al salir del restaurante fuimos a comprar algunas cosas básicas con las que llenar mi desolada nevera, y de camino al supermercado Jaime siguió dándome razones por las cuales debería aceptar su propuesta y casarme con él. Le dejé hablar; estaba demasiado agotada para discutir con él. Pero en mi interior seguía viendo el asunto totalmente descabellado y fuera de lugar.
Ahora, cuando han pasado diez años, me enfurezco contra mi misma por haber sido débil y cobarde. Nunca debí ceder a esa propuesta sin sentido. Una vez más me pudo la cobardía de enfrentar sola una situación complicada y busqué un hombro en el que apoyarme. Quizá pensé que me sería sencillo enamorarme de él; sin pensar que en el corazón no se manda.
Beth28 de octubre de 2010

6 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Marta te lo dije; pero ya no hay vuelta de hoja tienes que seguir y cuidarte mucho.

    Un abrazo amiga de la mirada.

    Sergio.

    28/10/10 03:10

  • Norah

    Una vez más me pudo la cobardía de enfrentar sola una situación complicada y busqué un hombro en el que apoyarme., has reflejado muy bien las debilidades de muchas mujeres, beso

    28/10/10 04:10

  • Beth

    Sergio, yo creo que Marta no te escucha, y ya se arrepentirá, me temo

    28/10/10 04:10

  • Beth

    Así es, Norah. A veces las mujeres buscamos clavos ardiendo y acabamos quemándonos.

    28/10/10 04:10

  • Nemo

    Bien Beth!... Marta ha aceptado aún en contra de sus argumentos.
    Veamos qué sucede...

    04/11/10 04:11

  • Beth

    Cuando nos sentimos vulnerables y alguien nos tiende una mano, pienso que es difícil decir que no. Aunque luego nos arrepintamos

    04/11/10 04:11

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