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La Casa de la Colina 16

Esta vez no me contestó con ninguna pulla, y me hizo un gesto para que siguiese hablando. Si estaba sorprendido no lo demostró; aparentemente me escuchaba como lo haría con cualquiera que acudiese a él para presentar una denuncia.
-He descubierto accidentalmente una especie de diario de Jaime que me hace tener la seguridad de que ha cometido algunos crímenes, y de que la siguiente en la lista seré yo.
-Vamos, Marta. ¿Eso es lo único en lo que te basas?
-A mi también me pareció una locura cuando empecé a leerlo. Incluso pensé que eran simples notas porque quizá pensaba escribir una novela policiaca o algo así. Pero he buscado en Internet y ha habido crímenes que se asemejan mucho a lo que él cuenta.
-Igual que tú has buscado ha podido hacerlo él. Que lo haya escrito no quiere decir que lo haya hecho.
-No me convences, Lucas. Todo eso ya me lo he planteado antes; pero es que además está su comportamiento. Ha cambiado mucho desde hace un tiempo. Y lo más importante es que…tengo miedo. Es algo que no puedo basar en nada concreto, pero ahora cuando Jaime está cerca de mi, tengo la sensación de que en cualquier momento puede echárseme encima y clavarme un cuchillo.
Hasta yo misma me sentía ridícula contando estas cosas; no me extrañaba que Lucas me mirase con cierta incredulidad. Si intentaba ponerme en su lugar me resultaría también difícil creer a una persona que volviese a mi vida después de diez años para contarme una historia tan extraña como esta.
-¿Y qué quieres que haga yo?-me preguntó apagando el cigarrillo en el cenicero.
-Que me protejas. Se supone que eso es lo que hace la policía.
Se echó a reír, con aquella risa algo ronca y profunda que yo recordaba tan bien.
-Pero es que debe de haber algo cierto de lo que deba protegerte. No puedo encerrar a tu marido en la cárcel por una mera sospecha tuya. Si no me das más datos no se como voy a poder ayudarte. En primer lugar, ¿dónde está él ahora?
-De viaje. Tenía que ir a Francia, Bélgica y Holanda en un viaje de trabajo. Todavía tardará casi una semana en volver.
Me quedé callada, pensando que si quería ayuda de su parte debería arriesgarme a contárselo todo y a permitirle que leyese el diario de Jaime. Pero entonces, irremediablemente, se enteraría de la pérdida de su hijo. O poco le conocía o estallaría en cólera. No podía culparle; tal vez en aquella ocasión no obré bien ocultándole que esperaba un hijo suyo. Después de todo, ese niño era de los dos; yo no tenía el menor derecho a quitarle a Lucas la oportunidad de hacerse cargo de él. Una cosa era que yo no desease vivir con él, y otra distinta robarle a su hijo. Y eso fue lo que hice, se lo robé. Decidí ser valiente por una vez en mi vida y contárselo antes de que lo leyese en el diario. Me arriesgaría a que me dejase plantada sin prestarme esa ayuda que tanto necesitaba.
-Está bien-accedí. Te contaré toda la información que yo tengo. Pero déjame que me de una ducha primero. He estado trabajando toda la tarde y lo necesito. Luego haré la cena. Supongo que te sigue gustando la pasta.
-Hay cosas que no cambian-me contestó con los ojos entornados y de nuevo otro cigarrillo entre los labios.
Mientras me duchaba pensé en cómo contarle que le había ocultado mi embarazo, y cuanto más lo pensaba, más miedo me daba el momento de decírselo. Se subiría por las paredes, estaba segura; y no podía culparle. Me puse unos vaqueros y una blusa blanca. No quería parecer que me había arreglado demasiado para él, porque no era así; ya estaba fuera de mi vida, o al menos eso esperaba. Cuando bajé le oí trastear en la cocina, y comprobé que había buscado lo necesario para empezar a hacer la salsa de tomate y había puesto la pasta a cocer.
-Vaya, ¿has encontrado todas las cosas?
-Aunque esta cocina sea distinta y más grande, sigues guardándolo todo en el mismo orden y en los mismos sitios.
Eran inevitables los recuerdos; habíamos vivido juntos bastante tiempo. Pero no quería que se diese cuenta de que en el fondo, muy allá en el fondo de mi corazón seguía sintiendo algo por él. Acabé de preparar la cena y le di lo necesario para que pusiese la mesa. Cenamos casi en silencio. Nos observamos disimuladamente y ninguno de los dos se atrevía a romper el hielo; habíamos estado demasiado tiempo separados; sin saber nada de nuestras respectivas vidas, y no era fácil retomar la relación.
-¿Quieres café?-le pregunté recogiendo los platos.
-No, después de cenar siempre tomo té, pero no pasa nada si no tienes.
Me levanté para preparárselo y me entretuve un poco antes de volver a la mesa. Sabía que había llegado el momento de contar la verdad, y me daba miedo.
-Bien, espero que empieces ya a contarme lo que me tengas que contar-me pidió.
Antes de empezar le miré detenidamente. Sus ojos seguían siendo tan extraños como antes; y miraba de la misma manera penetrante e inquisitiva, como si quisiera penetrar dentro de la cabeza de la persona que estuviese enfrente. Es cierto que había pequeñas arrugas en torno a los ojos que antes no estaban, y que la nariz había cambiado ligeramente, pero estaba mejor que antes; todas esas cosas le daban más carácter.
-Cuando te marchaste
-Cuando me echaste-me corrigió.
-Está bien, Lucas. Si cada vez que abro la boca me vas a interrumpir, nos darán las cinco de la mañana sin que hayamos avanzado.
-Está bien, sigue. Me quedaré callado.
-Pues decía que cuando nos separamos me sentí tan mal que no fui capaz de levantarme de la cama en varios días, y Jaime vino a verme. Me ayudó, me animó, fue de nuevo como mi hermano mayor, como había sido siempre.
-Ya, otra vez la historia del hermanito.
-Yo le veía así, Lucas, tienes que creerme. Le conté lo que había pasado, y me escuchó con paciencia. Y le hablé de otro problema, de una situación en la que me encontraba, y me ofreció su ayuda.
-¿Qué situación era esa?-me preguntó sirviéndose más te.
-Lucas, prométeme que me perdonarás, que no lo tomarás a la tremenda. Ya se que hice mal, que no debí ocultártelo, pero en ese momento no podía pensar con claridad. Me hizo mucho daño saber que me habías engañado y no fui capaz de decírtelo.
-¿Qué tenías qué decirme?-me preguntó muy serio.
Tragué saliva antes de contestarle. No pude mirarle a los ojos, no quería ver la luz de ira que se iba formando en ellos aún antes de conocer cual había sido mi engaño. Me retorcí las manos de puro miedo mientras pronunciaba las palabras que destaparían la caja de los truenos.
-Cuando te marchaste estaba embarazada. Lo sabía desde ese mismo día por la mañana, y te lo oculté deliberadamente.
No dijo ni una palabra, y yo levanté la cabeza poco a poco para mirarle. Estaba pálido, con los puños apretados, y cuando su mirada de hielo se encontró con la mía, estallaron chispas en sus ojos. Se levantó y dio en la mesa un tremendo puñetazo que lanzó la taza de te al suelo, donde se hizo añicos. Me lanzó una mirada que me hizo sentir como si fuese la persona más vil de todo el universo, y se marchó, cerrando la puerta con estrépito. Oí como arrancaba su coche y salía haciendo chirriar las ruedas. Me quedé sentada un buen rato, con la vista fija en ninguna parte; pensando que por segunda vez había estropeado las cosas. No se cuanto tiempo pasó hasta que fui capaz de levantarme y buscar un cepillo y un recogedor para empezar a limpiar los trozos de porcelana. Las lágrimas me dificultaban la tarea.
Beth05 de noviembre de 2010

9 Comentarios

  • Pabloberru

    Me encantó Beth! Sentí que comi con los personajes en la mesa, y hasta llegó a incomodarme ese silencio! Me gustó muchisimo!

    05/11/10 03:11

  • Serge

    Beth:
    Amiga de la mirada no era para menos la reacción de Lucas, un hijo es algo muy importante y al margen de lo que sintamos o nos haya hecho nuestra pareja no podemos ocultarselo.
    Marta sabes que tienes mis hombros para llorar y escucharte.
    Amiga deberias ponerme como mascota de Marta en tu historia jejejejee...

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    05/11/10 04:11

  • Beth

    Pablo, encantada de verte por aquí, me alegra que te haya gustado y que hayas sentido ese opresivo silencio

    05/11/10 04:11

  • Beth

    Sergio, te tomo la palabra. Dame unos cuantos capítulos y verás como encuentras dueña. Ahora bien, ¿Sabes en lo que te metes? Mira que Marta puede acabar mal. En fin, esperemos que Lucas sepa y quiera ayudarla a pesar de todo

    05/11/10 04:11

  • Norah

    Beth, es la entrega que mas me ha gustado, porque …no se porque hay un punto en donde Lucas se parece Jaime, es mi lectura, beso.

    05/11/10 06:11

  • Beth

    Quizá porque los dos la quieren, cada uno a su manera. Confieso que es ahora también cuando yo empiezo a disfrutar más al escribir. Con los relatos siempre me pasa igual. La semana pasada acabé uno de 368 páginas y el personaje masculino me tenía abducida. Como estaba con éste relato a la vez, solo hice la preparación del escenario. Ahora es cuando espero tener fuerza para modelar a Lucas, para crearle como si fuese barro y yo la escultura. Lo malo es que nunca lo consigo del todo, está en mi cabeza, pero cuando lo plasmo...no se si logro transmitir lo que siento y lo que quiero. Gracias, como siempre, querida Norah, por tus comentarios

    05/11/10 06:11

  • Beth

    Quise escribir este sin tilde y escultora, no escultura. Lo siento

    05/11/10 06:11

  • Nemo

    Es una escena bien lograda. La incomodidad de los años de no frecuentarse, la ansiendad por contarle y a la vez no... Muy bien!
    Seguimos a ver hasta donde vamos...

    05/11/10 09:11

  • Beth

    En eso estamos, Nemo. La verdad es que voy al día, solo tengo tres capítulos más escritos. Le dedico tan solo media hora diaria, y no siempre puedo escribir. Pero disfruto haciéndolo. Gracias por leerme, como siempre

    05/11/10 09:11

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