TusTextos

La Casa de la Colina 18

-Creo que no necesitas que te conteste. No eres tan tonto como para no imaginarlo. Si, fue Jaime. Me hizo pensar que estaba deseando que me casase con él, aunque sabía que solo le quería como a un amigo, un hermano. Y también me hizo creer que deseaba darle a mi hijo su apellido y su protección, que le querría como un padre; pero en realidad odiaba a esa criatura inocente porque no hacía más que recordarle lo importante que eras en mi vida.
-Eso que me cuentas, ¿fue antes o después de la boda?
-Sólo unos pocos días antes.
-Y aún así te casaste con él-me acusó, con los ojos llenos de odio y desprecio.
Me encogí ante su mirada. Parece que desde que había llegado esa era la tónica que dominaba la conversación: él acusaba y yo me defendía.
-Si, porque esto que te cuento lo supe hace apenas unos días, al leer su diario. Cuando perdí al niño se comportó de una manera que ni te imaginas; me cuidó, me protegió, me hizo salir de la tristeza en que me había sumido al perderos a los dos, a ti y a tu hijo, y no pude decirle que no. No me preguntes por qué; quizá se me puede acusar de débil y cobarde, pero en aquel momento me venía bien tener al lado a alguien que me hacía sentir querida, al que le importaba mi bienestar.
-No te entiendo, sinceramente-me dijo encendiendo un cigarrillo. No entiendo que alguien se pueda casar con una persona a la que no quiere por simple agradecimiento.
No supe qué contestarle, porque tenía razón. Cuando le dije que si a Jaime cometí la mayor equivocación de mi vida, y bien que lo estaba pagando.
-Di-me preguntó de nuevo. ¿Por qué lo hiciste? Y sobre todo, ¿por qué no quisiste escuchar mis explicaciones?
-Pero, ¿es que me diste explicaciones?
Se levantó, descalzo, y calentó leche con cacao para los dos. Me ofreció la taza y él se sentó de nuevo al lado del fuego.
-Te las ofrecí, pero te faltó tiempo para echarme de tu vida.
Resoplé de indignación, porque yo no recordaba las cosas de esa manera. Y la conversación estaba tomando un rumbo que me desagradaba profundamente. Aquello había pasado diez años atrás y pensaba que estaba ya olvidado. Era como remover en una herida curada sólo en la superficie; si se sacaba la costra seguía estando el daño a la vista.
-Déjalo, Lucas, por favor. Céntrate en lo que te he contado y dime si me vas a ayudar.
-Si quieres ayuda, contesta a las preguntas que te hago. Esas son las condiciones. Lo tomas o lo dejas.
Me estaba desesperando por momentos. Parecía que mi vida, mis miedos y el peligro que pudiese correr le daban lo mismo. Lo único que quería era saber el por qué. Como todos los egoístas y traidores solo le preocupaban sus propias cosas. Pero yo no estaba en condiciones de ponerme difícil y me encogí de hombros, aceptando tácitamente todo lo que me había dicho.
-¿Cómo te enteraste de que me había acostado con Irene?
-Ella vino a verme. Ese mismo día, por la mañana, cuando salía hacia la universidad, me encontró apenas había puesto los pies en la calle, y allí me abordó. Me dijo que era una compañera tuya y que tenía algo importante qué decirme. La verdad es que no sospeché nada raro; más bien me asusté porque pensé que podía haber pasado algo; y la mandé que subiese conmigo a casa.
Me hizo un gesto para que siguiese contando.
-Le ofrecí un café, y le pedí que me contase lo que tuviese que contar. Quizá debía desconfiar ya de ella desde el principio.
-¿Por qué?
-¿Qué por qué? Pues sobre todo por ese aire de perdularia y buscavidas que se desprendía de ella. Y porque iba vestida como una furcia, y porque cada vez que pronunciaba tu nombre se le caía la baba. Pero como yo entonces era una completa idiota y sobre todo, como me fiaba de ti, la escuché. Y me contó con todo lujo de detalles vuestros encuentros amorosos.
-Habla en singular. Sólo nos acostamos una vez.
-Ella dijo que fueron más. Y me contó que tú le habías dicho que lo nuestro iba mal, que estabas pensando en dejarlo porque estabas harto de la relación.
-Eso es mentira. ¿Por qué le creíste a ella, una desconocida, y no quisiste escucharme a mi? ¿No llegaste a pensar que podía estar mintiendo?
Me levanté para pasear por la amplia sala y calmar mis nervios. Llevaba aquella conversación y todo lo que pasó después como grabado a fuego y al removerlo, de nuevo volvía sufrir la misma angustia cruel que entonces me atenazaba la garganta y me impedía respirar. Por un momento me vi de nuevo enfrente de ella, tan joven, tan incauta e inocente, que sentí pena por la muchacha boba que había sido.
-Le creí porque traía en su mano todas las pruebas. No dudó en grabar vuestros revolcones y tampoco tuvo empacho en ponerlos en nuestro video para que yo disfrutase, se supone, viendo como te lo pasabas tan bien con ella. No parecía que en aquel momento te acordases mucho de mí.
Beth09 de noviembre de 2010

9 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Amiga esa chica tuvo la desfachatez de garbar sus encuentros amorosos con Lucas y mostrarselos a Marta, que descaro, ya me imagino como se sintio mi ama.

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    09/11/10 04:11

  • Serge

    Beth:
    Amiga esa chica tuvo la desfachatez de grabar sus encuentros amorosos con Lucas y mostrarselos a Marta, que descaro, ya me imagino como se sintio mi ama.

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    09/11/10 04:11

  • Beth

    Se sintió fatal, gatito. Así que cuando hagas acto de presencia tienes que darle mucho cariño.

    09/11/10 04:11

  • Norah

    Cruenta la charla y los detalles.me ha gustado la mirada de la Marta de hoy, hacia la Marta ingenua que fue.Beso.

    10/11/10 01:11

  • Beth

    Creo que eso nos ha pasado a todos, ¿verdad? ¿Quién no siente añoranza y a veces hasta vergüenza al volver la vista a los veinte años? Las ingenuidades, la vulnerabilidad que poco a poco los desengaños y la vida misma nos van haciendo perder. Marta está dolida, Lucas también y no encuentran el punto donde olvidar

    10/11/10 08:11

  • Indigo

    Marta evoluciona cada día más, que diferente a la anterior.

    10/11/10 11:11

  • Beth

    Pues si, Indigo, pero creo que en el fondo todos vamos cambiando según las cosas con las que tenemos que vivir, y ella es a ratos dulce, vulnerable y tierna y en otros momentos, quizá recordando lo que la han hecho sufrir, se puede volver irónica y profundamente hiriente. Creo, además, que esa duplicidad se suele dar más en las mujeres que en los hombres. Gracias por leerlo y opinar

    10/11/10 12:11

  • Nemo

    uuuuff!!... después de veinte años salen a la luz todas esas cosas... Siempre estuvieron punzando la fina capa de olvido que se les echó encima.
    Veremos...
    Saludos muchos!

    10/11/10 04:11

  • Beth

    Los secretos, las cosas que no se cuentan en su momento siempre acaban por emponzoñar las relaciones

    10/11/10 04:11

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