TusTextos

La Casa de la Colina 19

Se le quedó cara de lelo oyéndome y si no me doliese todavía tanto lo que había pasado me echaría a reír. Pero en lugar de eso empecé a recoger los vasos y llevarlos hasta el lavavajillas, quizá para no seguir sosteniendo su mirada. Estaba amaneciendo, y a través de la ventana de mi cocina se veía como el sol empezaba a asomar por las montañas, bañando de una tenue luz amarilla mis armarios de madera, y trazando en el suelo de barro cocido una imaginaria línea de luz que se rompía contra el acero inoxidable de la nevera. Noté la presencia de Lucas, a pesar de que estaba de espaldas, pero sentía perfectamente su mirada en mi nuca. Y a mi pesar, me estremecí. Quizá todavía no estaba preparada para tenerle cerca de nuevo.
-Nunca pensé que pudiese ser capaz de hacer algo así-dijo con voz ronca. Aunque en la comisaría empezaron a correr rumores de que en su anterior destino también había causado problemas a varios compañeros. 
Me encogí de hombros, quitándole importancia al asunto. Aquello había pasado hacía mucho tiempo; ya no podía ser tan importante. 
-Sigo sin entender por que no quisiste escuchar mis explicaciones. Después de cinco años juntos, tirar todo por la borda por un simple desliz. 
-No sabía que no ser capaz de dejarse los pantalones puestos ahora se llamaba desliz-le dije, mirándole aviesamente y frotando con furia la mesa de madera de la cocina. 
El se sentó y de nuevo volvió a encender un cigarrillo. Y cuando ya llevaba al menos la mitad consumido, me miró con desdén y me dijo que pese al tiempo transcurrido, todavía guardaba dentro mucho odio. Eso me acabó de enfurecer, y le dí un empujón en el pecho desnudo, pues se había sacado la camisa también para secarla al calor de la chimenea.
-Maldito hijo de puta cabrón-le dije, gritando como una loca. No me lo puedo creer. En lugar de pedirme perdón por todo lo que me has hecho pasar, sólo puedes pensar en vanagloriarte de que siga doliéndome tu traición. Pues claro que me duele, desgraciado, cretino, cerdo traidor. ¿Cómo no va a dolerme? Sabes de sobra que fuiste el primer hombre de mi vida. Por Dios, si tenía quince años cuando te conocí. Te di todo lo que era, te quise con toda mi alma, y me lo pagas acostándote con una asquerosa zorra barata, y ni siquiera tienes la decencia de ser leal, ya que no puedes ser fiel y mantener la bragueta cerrada. Te juro que te mataría con mis propias manos, que te arrancaría los ojos y se los tiraría a los perros.
Intenté volver a golpearle de nuevo, pero me agarró con fuerza por las muñecas y me quedé paralizada, sin poder mover ni un músculo. Cuando vio que me había quedado quieta me soltó, despacio, como si temiese que de nuevo regresase la furia asesina que me había invadido antes. Me froté el interior de las muñecas, las tenía rojas y doloridas. Los dos resoplábamos como toros a punto de embestir, y nos mirábamos a los ojos con odio, cada cual más enfadado con el otro. 
-No recordaba que fueses tan bruja- me dijo despacio, entre dientes.
-Ni yo te recordaba tan gilipollas.
-Y desde luego, antes no eras tan malhablada.
-No sabes lo malhablada que puedo ser cuando tengo delante a un inútil como tú.
-Y si soy tan inútil, cosa que desde luego no te discuto, ¿Se puede saber para qué coño me has llamado?

No fui capaz de contestarle todavía; respiraba de manera tan agitada que tuve que esperar a que mi corazón se calmase un poco. Había soñado muchísimas veces en el reencuentro con Lucas, y en mi cabeza le había dado mil formas distintas; pero desde luego nunca se me ocurrió pensar que iba a haber tanta violencia y tanto odio entre nosotros. Todavía ahora, al verle erguido y retador, como un gallo de pelea, enfrentando mi mirada y desafiándome con esos brillantes ojos violeta me encendía la sangre y hacía que quisiese, por una parte, humillarle, y por otra, que me acogiese de nuevo en sus cálidos brazos. 
-Por que no tengo a nadie más-le respondí cuando pude hablar de manera normal. Y porque confiaba en que me ayudarías. 
-Al menos eres sincera. Y te ayudaré, ya te lo he dicho; pero a mi manera. Primero habrá que ver que no estás exagerando; tu imaginación siempre te ha llevado demasiado lejos. Empieza por darme el diario y déjame que lea al menos las primeras páginas. Mientras tanto tú puedes preparar algo de desayunar. Pelearme contigo siempre me ha dado hambre. 
Y se sentó allí mismo, en la cocina, en una mecedora que situé hace ya tiempo en un rincón, porque me gusta sentarme a leer mientras cocino. Le dejé sumido en la lectura y yo me concentré en hacer un desayuno completo. Todavía recordaba que a él le gustaban los huevos revueltos con jamón. Decidí no pensar en el placer que me producía estar de nuevo cocinando para él, porque eso era agua pasada y no quería volver a hacerme ilusiones tontas para sufrir de nuevo otro desengaño. 
Le puse delante su plato de huevos con jamón, un tazón enorme de cereales y el zumo de naranja. Yo me limité a tomar un café con tostadas. Siguió leyendo mientras comía, y comprobé que su apetito no había disminuido en los diez años transcurridos. Cuando acabó de desayunar había leído ya bastantes páginas y me dijo que quería echar un vistazo al sótano. Eso me llenó de desazón; no se por qué, pero el sótano de mi casa me asustaba desde siempre; y de hecho creo que hacía muchos años que no había estado allí. Le confié mis miedos.
-No es necesario que vengas.
-Pero es que tampoco quiero quedarme aquí sola. Iré.
-Pero si bajas no te pongas a cacarear de miedo como una gallina enloquecida ni me hagas perder el tiempo.
Le dí una linterna y bajó él primero y yo detrás, pisándole los talones y aguantando la respiración. Olía a cerrado y estaba lleno de telas de araña, pero no vi nada raro o que me llamase especialmente la atención. Me fijé en los muebles que Jaime había descrito en su diario; colocados tal y como él había dicho. Pero desde luego ni había cadáveres en el suelo ni fantasmas malencarados nos estaban esperando para contarnos la triste historia de su vida. De todos modos si era verdad que desde que entré allí sentía el pecho oprimido como si una mano de hierro me lo estuviera apretando para impedir que entrase el aire. Lucas recorrió todo el lugar, enfocando cada rincón con la linterna y yo le seguía, pegada a él y al mismo tiempo mirando a cada momento a mi espalda, porque cada paso que daba tenía la sensación de que alguien respiraba en mi nuca; como si un aliento helado me paralizase. 
-Vamos a subir. Aquí no hay nada, aparte de polvo y telarañas-me dijo, tirando de mi hacia las escaleras. 
Cuando llegamos arriba de nuevo respiré más tranquila. 
-Creo que tu marido está como una cabra, dicho en términos coloquiales. Y por lo que se de psicología criminal, tiene problemas mentales, y hablo muy en serio. Dudo mucho de que esas fantasías que cuenta en su diario sean reales. Más bien pienso que inconscientemente te odia porque se ha dado cuenta de que no le amas como él te ama a ti. Pero no se hasta que punto puede ser peligroso. ¿Estás segura de lo del accidente de coche?
-Claro que si. ¿Crees que yo también estoy loca? Te digo que Jaime ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Y mi miedo es muy real, no me estoy inventando nada.
-Bien, pues si es así, hay buenas razones para que no te quedes en esta casa. 
-¿Y adónde quieres que vaya?
-Te vendrás conmigo, a mi casa.
Beth11 de noviembre de 2010

8 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Marta sigue sintiendo algo por Lucas, esa reacción es demostración de que todavía hay algo.
    Creo que en casa de Lucas estará mejor aunque en nadie se puede confiar pero al menor paso en falso de Lucas, Marta tiene que escapar.

    Saludos.

    Sergio.

    11/11/10 06:11

  • Beth

    Si, es evidente que si le fuese indiferente, no reaccionaría de esa manera

    11/11/10 06:11

  • Norah

    hacía que quisiese, por una parte, humillarle, y por otra, que me acogiese de nuevo en sus cálidos brazos., en verdad pasión mucho tiempo negada, muy buen clima, hasta hiciste que recibiese la luz en la reposera, beso.

    11/11/10 06:11

  • Beth

    Norah, tú si que sabes. Cuando escribe un hombre siempre hay mucha acción y ocurren muchas cosas; cuando es una mujer, se detiene más en las descripciones o en las cosas cotidianas. Al menos es lo que yo percibo cuando leo novelas; hay una clara diferencia según el sexo del autor. Será verdad que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus

    11/11/10 06:11

  • Norah


    Beth…que tema, no he leído ese libro, pero en verdad no se de modo definitivo, si se puede hablar de un estilo femenino y uno masculino…Norah pensando..

    12/11/10 03:11

  • Beth

    Yo el libro tampoco lo he leído, pero en general en Literatura si creo que hay esos dos estilos; a mi me cuesta mucho hacer hablar a los hombres, a veces pregunto a chicos de mi confianza, ¿tú que harías en esta situación? Porque la manera de resolver problemas es muy distinta

    12/11/10 04:11

  • Nemo

    A ver va a hacer el marido cuando regrese y no la encuentre...
    Veremos-...

    19/11/10 04:11

  • Beth

    Pues visto la mala idea que se gasta, cualquier cosa puede ser

    19/11/10 04:11

Más de Beth

Chat