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La Casa de la Colina 34

"Cuando decidí que Marta debía morir para que al fin yo pudiese tener algo de paz, me quedé más tranquilo y hasta fui capaz de dormir de un tirón toda la noche. Antes a menudo tenía horribles pesadillas que me llevaban a los peores momento de mi existencia y hacían que me despertase sudando, asustado y con la boca seca. Tenía que pensar de qué manera dar rienda suelta a mis deseos y quien sería la primera afortunada a la que usaría como conejillo de Indias. ¿Dónde la encontraría? Me daba miedo actuar cerca, porque era demasiado novato en estas lides y cabía la posibilidad de que ya en el primer crimen la policía me pillase. Sería un desastre; sobre todo porque entonces no podría llevar a cabo mi plan magistral de transformar a Marta. Ahora, en su forma mortal y perecedera, era totalmente imperfecta: hermosa pero llena de fallos. Cuando hubiese tenido lugar la transformación, cuando su alma inmortal abandonase su cuerpo como las pulgas abandonan el cadáver del perro, entonces llegaría el Sublime Momento de la Transformación Absoluta. A partir de aquel instante sería mía por siempre jamás, y su alma se fundiría con la mía en un baile maldito que nos llevaría al éxtasis más absoluto, a la unión perfecta, a la comunión más pura que se puede dar entre dos personas. Ella pasaría a formar parte de mi mismo, entraría en mí; seríamos uno solo. Estaríamos más unidos que lo que nunca llegaron a estarlo ella y su amante. ¿Qué importaba que él hubiese dejado en Marta su maldita simiente y hubiesen engendrado un hijo? Ya me había ocupado yo de quitar del medio a la nefanda criatura. Nosotros tendríamos una unión mucho más perfecta y atemporal que la simple y burda unión de dos cuerpos".

Dejé de leer cuando Lucas se despertó. Vino hacia mi con el sueño todavía pintado en los ojos, y desperezándose. El cuello debía dolerle terriblemente después de haber estado varias horas en una postura forzada. Nos dijimos buenos días y aunque ambos avanzamos para acercarnos, ninguno hizo amago de dar el primer paso hacia algo más. La conversación de anoche había roto muchas barreras, pero todavía quedaban en pie otras que habría que derribar con paciencia y tacto. Ahora mismo estábamos en esa delicada situación de cuando alguien le ha contado a otra persona secretos muy íntimos de su vida y luego se arrepiente y le gustaría poder recoger las palabras pronunciadas y las confesiones hechas. Pero en la ligera sonrisa que me dirigió como saludo matinal ya no atisbé la ironía de los días anteriores. Puede ser que de nuevo empezásemos a confiar, aunque fuese levemente y con limitaciones, el uno en el otro.
-Me desperté con el niño al lado y el gato haciendo guardia.
-Martín tuvo una pesadilla-me dijo pasándose la mano por la cara, comprobando tal vez que necesitaba un afeitado. Y se calmó cuando le dejé contigo en la cama. Y lo del gato no fue cosa mía, él se sumó a la fiesta sin que nadie le invitase. ¿Has dormido bien?
Asentí con la cabeza mientras me ponía a recoger un poco la sala. Doblé la manta, la coloqué encima del sofá, y dispuse los cojines en su orden correcto.
-He dormido pocas horas, pero bien. Y luego he estado leyendo un poco más del diario. ¿Comprendes ahora por qué estaba tan asustada? Tenía que llamarte, no podía seguir adelante yo sola.
Me detuvo con un gesto.
-Lo se. No necesitas explicarme nada más. Creo que esta noche sabremos algo más. Ayer iban a hacerle la autopsia al cadáver de la pobre muchacha que salió en las noticias. Mi compañero me mandará un correo contándome las novedades.
-¿Tú crees que fue Jaime?-le pregunté.
-No lo se. Hay cosas en esto que me superan, que no puedo entender por más vueltas que le dé. ¿Cómo puede hablar en su diario de unas fantásticas conversaciones con ese hombre, ese supuesto antepasado tuyo, si no conocía su existencia.
Había algo que me rondaba la cabeza desde que habíamos descubierto que Alvar había sido una persona real. Pero no era capaz de decirla en voz alta porque temía que Lucas se burlase de mí. Permanecí sentada con el cojín apoyado en mi regazo, abrazada a él como si fuese un escudo que me protegiese del mundo exterior.
-Suéltalo-me dijo Lucas sentándose a mi lado.
-No se de qué me estás hablando.
-Claro que lo sabes-me refutó, riéndose. Te conozco muy bien; cuando tienes esa expresión en la cara y frunces el entrecejo es que estás rumiando algo y no te atreves a decirlo en voz alta.
-Qué palabra tan fea, rumiar. ¿No es lo que hacen las vacas?
-Venga, no te hagas la tonta. Dí lo que tengas que decir.
-Te reirás de mí y me tacharás de loca.
-Puede ser-admitió. Pero siempre podrás convencer al gato para que me ataque una de estas noches mientras duermo, y me clave las uñas. Vamos, Marta, dí lo que sea de una vez.
Me abracé más al cojín en un vano intento de que me diese fuerzas.
-He llegado a pensar, por tonto que te parezca, que la casa podría estar…
No me dejó seguir.
-No me digas esas estupideces, Marta. Ibas a decir encantada, ¿verdad? Por favor, ahora no estamos en una de tus novelas. Esto es la vida real, donde las cosas suceden de una manera lógica.
Me puse colorada como un tomate. Lucas siempre tenía la virtud de avergonzarme y de hacerme sentir como una boba. Él era tan frío, tan analítico y racional con todo que cualquier cosa que no pudiese explicarse en la más pura racionalidad, para él entraba dentro de la superchería y la superstición.
-No quiero decir eso exactamente; pero las casas en las que se ha cometido un crimen son especiales, algo así como…
-Como nada-me interrumpió de nuevo. En esa casa no hay ningún fantasma ni nada sobrenatural. Simplemente te has casado con un maldito chalado al que hay encerrar y tirar la llave al mar.
-¿Y cómo explicas lo que sabe?
-Pues no lo se, de momento. Pero también puede ser que haya investigado. Nosotros lo hicimos.
-Ya. Pero entonces nos enteraríamos. El padre Avelino lleva en la parroquia desde antes de que yo naciese. ¿Crees que no me contaría que Jaime había estado fisgoneando en sus libros? Y si él fuese a la cárcel no le dejarían acceder a esos archivos, supongo.
Tuvo que darme la razón, y ahí dejamos la conversación, porque llegaron Martín y Sergei, ambos reclamando el desayuno.
Beth27 de diciembre de 2010

6 Comentarios

  • Norah

    Ahora, en su forma mortal y perecedera, era totalmente imperfecta: hermosa pero llena de fallos. Cuando hubiese tenido lugar la transformación, cuando su alma inmortal abandonase su cuerpo como las pulgas abandonan el cadáver del perro, entonces llegaría el Sublime Momento de la Transformación Absoluta
    Querida Beth , cada vez manejas de un modo estupendo el clímax, muy bueno y con talento tú escrito, como siempre.Beso grande.


    27/12/10 06:12

  • Beth

    Gracias por tus palabras, querida Norah. No se, es la primera vez que escribo algo semejante. Una amiga a la que quiero mucho me ha dicho que le da miedo. Y fíjate si seré mala persona, que me ha alegrado el día

    27/12/10 06:12

  • Norah

    Beth, soporta éste decir...me identifico, a favoritos....

    27/12/10 06:12

  • Beth

    Gracias, querida

    27/12/10 06:12

  • Serge

    Beth:
    Amita no te demores en darme mi desayuno que me muero de hambre.
    Los fenómenos paranormales si existen aunque no tengan una explicación lógica para la limitada mente humana.

    Un gusto leerte.

    Quiero mi leche y mis galletas jejejeje.

    Sergei.

    08/02/11 05:02

  • Beth

    Mira el minino y el niño, que nos han salido exigentes. Pero si, tenéis razón, os merecéis los dos un buen desayuno.
    Claro que existe lo paranormal, lo que pasa que este Lucas es un descreído

    08/02/11 05:02

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