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La Casa de la Colina 47

Si, yo también lo presentía. Y hasta Sergei parecía estar más nervioso que de costumbre. Cada vez que llegábamos a casa, se ponía a maullar y no se calmaba hasta que le cogía en brazos.
Desde que había visto el retrato de Rodrigo en el desván de mi casa, una extraña y alocada idea había ido tomando forma en mi cabeza. Aquellos ojos verdes y profundos que me miraban desde el retrato, se parecían mucho a otros ojos verdes que ahora mismo me miraban también, desde mi regazo. Pero, intentando mantener la cordura, deseché esa loca idea, mientras acariciaba el lomo del gato, y él se hacía un ovillo, ronroneando.
-Entiendo que antes le dieses al gato todo tu cariño pero ahora estoy yo-se quejó Lucas, echando a Sergei y acurrucándose a mi lado.
El gato le miró con rencor, pero le cedió el sitio y fue a echarse encima de su almohadón, al lado del fuego, donde se dedicó a lavarse la cara y a mirarnos de vez en cuando, con cierta inquina.
-No seas infantil-le reñí, acariciando su pelo. Sergei también necesita cariño.
-Y yo más-me rebatió. He estado solo demasiado tiempo. Ahora tienes que resarcirme.
-Ah, ¿y yo no he estado sola?
-Pero es que yo no te raciono mis caricias, y tú me dejas de lado por un gato. No creo que haya nadie más despreciado que yo, al que un simple gato puede quitar su puesto.
-Vaya, pues si que estás tu listo para ser padre. ¿También tendrás celos del bebé?
-Claro que no. ¿Por quién me tomas? Pienso ser el mejor padre del mundo. Ya has visto, por Martín, que los niños se me dan muy bien.
Era cierto. Nunca había pensado que Lucas tuviese tanta paciencia con un niño pequeño y confieso que me enterneció verle con su sobrino. Y tampoco tenía dudas de que sería un padre estupendo; pero me divertía sacarle un poco de quicio y servía también para que mi cabeza dejase de darle vueltas siempre al mismo problema.
-Marta-me llamó, haciéndome volver al presente. Quédate tranquila y déjalo todo en mis manos. No tienes por qué preocuparte de nada. Ahora yo estoy aquí y no permitiré que os haga daño a ninguno de los dos.
No le contesté. Confiaba ciegamente en Lucas, y la prueba es que a él recurrí cuando me supe en peligro, pero la situación me preocupaba mucho, porque ahora había otro inocente afectado. Y no podría resistir de nuevo perder a este hijo, era demasiado importante para mí.
-Estos días-siguió hablando Lucas-la casa está vigilada permanentemente. Si se refugia en ella lo sabremos, y con la orden del juez portugués, podremos detenerle. No te hará daño, créeme.
-Es que tengo una sensación muy extraña. Algo que no puedo explicar, pero que intranquiliza.
-Pues no tienes por qué preocuparte. Vamos a disfrutar de la Navidad, y de estar juntos. Esther, Ricardo y Martín llegarán mañana a primera hora de la tarde, y por primera vez cenaremos como una familia al completo, incluso con regalo añadido-dijo, acariciándome la tripa, todavía lisa.
Tenía todos los motivos para estar contenta, por primera vez en muchos años. Entonces, ¿por qué esta desazón que me reconcomía por dentro? ¿Era por lo último que había leído en el diario de Jaime?
Estaba convencida de que Jaime y Alvar habían entrado en contacto, de alguna extraña manera que, desde luego, era totalmente incapaz de explicar. Y también estaba segura de que el espíritu benéfico de Rodrigo Durán estaba presente junto a mí. Nunca se lo diría a Lucas, porque él no lo entendería y se burlaría de mí; pero lo sentía completamente cierto en lo más hondo de mi ser.
Antes de acostarnos Lucas llamó a sus compañeros para saber si había habido alguna novedad en la casa o sus alrededores, pero le dijeron que no había nada preocupante. Pese a todo, yo seguía inquieta. Algo me decía que Jaime estaba cerca; pero me cuidé mucho de manifestarle a Lucas mis temores. Pese a todo, dormí bastante bien; los ojos de Sergei, deslumbrantes en la oscuridad, eran un faro que me iluminaba en cada momento en que me desperté durante la noche; y unidos a los brazos de Lucas en torno a mi cuerpo, me daban seguridad. Por eso a la mañana siguiente me levanté plena de energía y decidí que sería una buena idea montar un árbol de Navidad. Sobre todo a Martín le haría mucha ilusión.
-¿No recuerdas lo que significaba, cuando éramos pequeños?-animé a Lucas.
-Pues tendremos que comprarlo todo; nunca he montado un árbol aquí.
-No hace falta. En mi casa tengo todos los adornos. Sólo necesitamos coger el árbol en el vivero que hay cerca del río.
Pero Lucas seguía dudando. Movió la cabeza; pensativo.
-No me parece buena idea volver ahora a tu casa, aunque sea sólo un momento.
Pero tanto le insistí y le supliqué, que al final accedió; aunque me puso como condición que sería después de comer, cuando terminase el primer turno de guardia y sus compañeros le confirmasen que seguía sin haber novedades.
Me pasé la mañana en la cocina, preparándolo todo para la cena. Decidimos que comeríamos una sopa de pollo y unos bocadillos solamente; así tendríamos más tiempo para dejarlo todo terminado antes de salir en busca del árbol. Cuando estábamos acabando de comer, llegó Esther con su familia. Y cuando Martín se enteró de que íbamos a recoger los adornos, fue el primero que se subió al coche de su tío para sumarse a la excursión, con el gato en brazos. Me extrañó que Sergei aceptase subir al coche, nunca salía de casa, si podía evitarlo. Su reino estaba en el salón, al lado de la chimenea, y en nuestro dormitorio, por más que a Lucas le molestase verle rondar por allí. Pero este gato adoraba al niño, eso había quedado claro la primera vez que se vieron. Lucas acomodó a su sobrino en la sillita del coche de Esther, más cómodo que su deportivo, y salimos rumbo a mi casa.
-Supongo que tendré que comprarme otro coche-me dijo, apenas habíamos entrado en la carretera principal.
-¿Otro coche?-repetí, sin entender lo que quería decir.
-Este deportivo está bien para un solterón empedernido, pero no para un padre de familia.
-No te preocupes-le tranquilicé. Todavía tienes tiempo a disfrutarlo, al menos unos ocho meses más.
Nos llevamos un buen susto cuando el coche patinó en la carretera helada y fue dando bandazos hasta empotrarse en un enorme roble. Nadie sufrió daños, pero Martín estaba muy asustado. Lucas le tranquilizó como pudo y le convenció de que no pasaba nada malo. El coche no arrancaba, y estábamos en medio de la nada, sin cobertura en los móviles.
-¿Crees que podrás quedarte aquí con el niño mientras voy en busca de un teléfono? A unos cuatro kilómetros hay una casa, y llamaré desde allí para que manden una grúa y que Ricardo venga a recogernos. Pero es primordial que vaya solo. Hace mucho frío y el terreno está resbaladizo; el niño y tú podríais caeros.
-Si, estaremos bien. No te preocupes. Nos quedaremos aquí. ¿Verdad, Martín?
El aludido dijo que si, pero no parecía demasiado convencido.
Lucas le tomó en brazos e hizo que levantase la barbilla para mirarle.
-Martín, prométeme que cuidarás de la Tita Marta y de Sergei hasta que yo vuelva. ¿Te encargarás de que estén bien?
-Si, Tito-le contestó, con la cara muy seria.
Sacó una manta del maletero e hizo que los tres nos tapásemos. Me besó antes de marcharse y alborotó el pelo de su sobrino.
-Volveré enseguida-prometió.
Beth03 de febrero de 2011

8 Comentarios

  • Norah

    Aquellos ojos verdes y profundos que me miraban desde el retrato, se parecían mucho a otros ojos verdes que ahora mismo me miraban también, desde mi regazo , en verdad tiempo de alertas y ese final, sogo expectante, beso grande.

    04/02/11 12:02

  • Norah

    Aquellos ojos verdes y profundos que me miraban desde el retrato, se parecían mucho a otros ojos verdes que ahora mismo me miraban también, desde mi regazo , en verdad tiempo de alertas y ese final, sogo expectante, beso grande.

    04/02/11 12:02

  • Norah

    El coche no arrancaba, y estábamos en medio de la nada, sin cobertura en los móviles., he vuelto a leer y parece que se repite otra escena anterior, cuando falla el coche de Marta.Beso.

    04/02/11 01:02

  • Beth

    Ay, Norah, a ver que pasa. Y estate atenta, porque puede ser que el próximo capítulo nos depare interesante novedades, sobre todo para ti y para Sergei

    04/02/11 09:02

  • Serge

    Beth:
    Nos hemos quedado atascados en medio del camino y con Jaime suelto por ahí, tendre que afilar bien las uñas para cualquier cosa que se presente.
    "Pero es que yo no te raciono mis caricias, y tú me dejas de lado por un gato. No creo que haya nadie más despreciado que yo, al que un simple gato puede quitar su puesto".

    Lucas siempre con sus cosas ya lo conozco por eso mejor no digo nada.

    Sergei.

    09/02/11 11:02

  • Beth

    Si, gatito, no digas nada porque Lucas es así, le viene en su código genético ser egocéntrico. Haces bien en estar preparado. Jaime está al acecho, lo presiento.

    10/02/11 09:02

  • Vocesdelibertad

    Que angustia! :s

    10/02/11 10:02

  • Beth

    Y tanta angustia

    11/02/11 09:02

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