La Casa de la Colina 6
30 de septiembre de 2010
por beth
Cuanto más leía, más asustada me encontraba; y más explicaciones lógicas encontraba al comportamiento de mi esposo en los últimos tiempos. Mientras me preparaba algo de cenar empecé a recordar la época dorada de mis amores con Lucas. Dicen que el primer amor marca irremediablemente nuestra vida, y creo que hay pocas cosas tan ciertas. Nunca podría olvidar que fue Lucas el primero que me besó, que me hizo sentir cosas que jamás había sentido, y que fue el primer hombre al que le dije que le quería. Nunca le pregunté ni quise saber si esto había sido igual para él; si yo también era la primera mujer que amaba; pero creo, por detalles que a lo largo del tiempo fui constatando, que yo también había sido su primer amor. Seguimos viéndonos a escondidas siempre que podíamos; y cuando llegó para mi la hora de ir a la universidad, a mis padres les extrañó mucho que eligiera la ciudad vecina y no la nuestra para estudiar. Les convencí rápido; alegando que allí los planes de estudio eran más completos, y que quería probarme a mi misma viviendo sola. Todavía me remuerde algo la conciencia por haberles engañado, y con tanta facilidad.
Alquilé un piso pequeño y cercano a la universidad; y le hice prometer a mi madre que nunca se presentaría sin avisarme; poniendo como excusa que estaba demasiado ocupada en mis estudios y no quería distracciones. Si mi pobre madre no fuese tan ingenua, seguramente sospecharía que algo quería esconder; pero siempre había sido de esas mujeres maternales y cándidas que se creía cualquier cosa. Además, mis notas y rendimiento eran buenos, y no tenían nada que reprocharme en ese aspecto.
Lucas y yo pasábamos juntos casi todo el tiempo; y creo poder decir sin temor a equivocarme que fue la mejor época de mi vida. Me parecía que era como jugar a estar casados cuando preparaba la cena para los dos aquellas noches que les mentía a sus padres diciendo que se quedaba a dormir en casa de un compañero. Ese primer curso en el que la mayoría de los novatos aprovechan para salir de parranda todas las noches y correr juergas monumentales, yo lo pasé encerrada en una habitación pequeña, de paredes pintadas de azul celeste; acostada en una cama estrecha de colcha floreada. Cuando el curso terminó sentí una pena inmensa al tener que separarme de Lucas. Nos veríamos en el pueblo, a escondidas de nuevo, pero no sería igual.
Beth:
Es un amor tan dulce y tierno el que se profesan Lucas y Marta, sabes me encanta como vas desmadejando el ovillo de la historia.
Un gusto leerte amiga de la mirada.
Sergio.