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Mientras Llega MaÑana 21

A la hora del almuerzo conseguí comer algo, no mucho, porque no tenía hambre y también porque temía vomitar de nuevo. Mientras comíamos Daniel me contó que su libro estaba ya bastante adelantado y que estaba contento del ritmo de trabajo que había conseguido.
-A pesar del tiempo que te hago perder.
Puso los ojos en blanco y resopló.
-Vaya, ya estabas tardando en sacar el tema. Me apetece salir a pasear, pero no por aquí. ¿Vamos en coche a algún sitio?
-No se, como tú quieras, pero entonces tiene que ser ya porque anochece enseguida. ¿Adonde quieres ir?
-Había pensado que me gustaría conocer el castillo de esos amigos tuyos que están enterrados en la iglesia.
-¿De los Andrade? Bueno, no es que seamos íntimos, pero si, nos conocemos desde que yo era pequeña. Si quieres vamos, no está demasiado lejos; aunque te advierto que no es un castillo.
-¿Ah no?
-Sólo queda la torre del homenaje en pie. El castillo quedó casi destruido en la época de las guerras irmandiñas, allá hacia mediados del siglo XV, aunque se reconstruyó. Pero no esperes ver un castillo al uso, solo hay un torreón; y no se si en esta época del año se podrá entrar.
-Da igual, me contentaré con verlo por fuera si no puede ser de otra manera.
Me abrigué bien y salimos hacia el castillo de los Andrade. Daniel estaba concentrado en la carretera y yo aproveché para mirarle de reojo, pero no se si fue porque sintió mi mirada que apartó la vista del frente y también él me miró.
-¿Estás examinándome?-me preguntó
Me puse colorada como un tomate, porque me había pillado, y no sabía qué decir.
-El paisaje me resulta muy familiar; quizá por eso decidí mirarte a ti. ¿Sabes que tengo que ir al juzgado el viernes?-le dije, para cambiar de tema.
-¿Qué has hecho?
-Es por el tema del divorcio; simplemente tengo que ir a firmar. Me ha llamado el abogado esta mañana; mandan los papeles desde el juzgado de Madrid para que yo los firme aquí.
-¿Y ya serás una mujer libre?
-Casi, después de esa firma, en menos de un mes, estaré divorciada.
-¿Lo lamentas?
Me divirtió su pregunta. En realidad me daba igual. He de reconocer, con algo de vergüenza, que apenas pensaba en Arturo; de hecho me resultaba muy penoso que fuese tan fácil poner punto y final a veinticinco años de mi vida sin apenas pensar en ello.
-No-le contesté. No lo lamento en absoluto. Es una época pasada de mi vida de la que no reniego, porque gracias a él tengo a mi hija, pero de la que tampoco siento nostalgia.
-No tienes por qué contármelo, pero tengo curiosidad por saber qué pasó para que dejases de quererle.
Me encogí de hombros, porque yo misma me lo había preguntado muchas veces.
-No podría decirte que fue algo en concreto porque mentiría. Creo que hubo un montón de cosas que se unieron para que nos fuésemos alejando. Arturo, a medida que prosperaba en su despacho, pasaba cada vez menos tiempo conmigo y me iba separando de su vida. Le resultaba cómodo vivir a mi lado porque tenía la casa siempre a punto, la comida que le gustaba y hasta se me daba bien hacer reuniones en casa que le ayudasen con sus clientes. Pero no teníamos mucho que decirnos. Al principio yo le preguntaba por las cosas de su trabajo; al fin y al cabo, yo también había estudiado Derecho; pero a él no le gustaba, me di cuenta enseguida. Y nos alejamos cada vez un poco más.
-¿Quién tomó la decisión de separarse?
-Yo. Hacía ya dos años que él dormía en otro cuarto, y en realidad nos llevábamos bien; no discutíamos a gritos y él me trataba con respeto; como a una amiga. Pero cuando supe que tenía cáncer y pensé que me podía morir decidí que no podía continuar a su lado un minuto más.
-¿Y por qué en ese momento, precisamente?
-Te parecerá absurdo, pero me crié con mujeres que no fueron demasiado felices en sus relaciones y a pesar de todo, siguieron hasta el final. Decidí que yo no sería igual que ellas, que tomaría mi propio camino antes de que fuese demasiado tarde. No se por qué, pero se me hacía insoportable la idea de prepararme para morir viviendo en una enorme mentira. Quería estar en paz conmigo misma. Y por otra parte, tenía la plena seguridad de que Arturo estaba manteniendo una relación con una compañera de trabajo.
Daniel sacudió la cabeza incrédulo, y me preguntó por qué lo había soportado.
-Lo que me molestó fue que no me contase la verdad, yo no entendí nunca el engaño; pero no me sentí como la típica esposa enamorada y engañada porque desde hacía bastante tiempo no tenía ese tipo de sentimiento hacia Arturo. Aunque no te negaré que no es agradable que alguien te sustituya por una mujer más joven y encima con la que comparte su trabajo, cuando a mi me apartó de su lado en ese sentido, y desde el principio.
-Sigo pensando que es un capullo, a pesar de lo que tú me digas. Y no entiendo cómo no se le cae la cara de vergüenza al saber que le necesitas y no está a tu lado.
Le toqué ligeramente la mano cuando usó la palanca de cambios; solo un roce ligero.
-Te equivocas, no le necesito en absoluto. Tengo el mejor médico del mundo, que es mi hermano. Y en una situación como la de anoche Arturo se hubiese quedado en la cama muy tranquilo, porque no sabría que hacer, y probablemente al verme vomitar le hubiese dado tanto asco que él mismo acabaría echando la primera papilla.
-En el fondo me alegro de que sea tan cabrón; así no es difícil quedar mejor que él; incluso un inútil como yo puede hacerlo.
Me limité a sonreír. ¿Qué le iba a contestar? No podía decirle que estaba muy lejos de ser un inútil, que me parecía el hombre más encantador del mundo y que desearía haberle conocido mucho antes y en otras circunstancias. Tampoco podía decirle que a pesar de mi enfermedad las últimas semanas habían sido las más felices de mi vida, ni podía confiarle que cada minuto que pasaba con él lo disfrutaba como si fuese el último, ni que me hubiera gustado alisarle el pelo, siempre revuelto, o tomarle de la mano al caminar. No, no podía decirle nada de lo que sentía; así que era mucho mejor permanecer callada. Estábamos llegando al castillo, a lo que de él quedaba. Visto a lo lejos ya impresiona, pero desde cerca a mí siempre me había dejado sin palabras porque me transporta a otros tiempos y no puedo dejar de imaginarme a los Andrade como señores de toda la comarca, luchando, guerreando, tomando parte en fiestas y torneos. Miré a Daniel, que también se había quedado asombrado.
-Bien, aquí estamos.
Bajamos del coche y me tomó del brazo para ayudarme a subir por el camino de firme irregular y algo empinado que conducía al torreón. Milagrosamente en aquella época del año la valla estaba entreabierta y Daniel, sin encomendarse a nadie, entró. Inmediatamente le salió al paso una mujer de mediana edad, con cara de malas pulgas y entrada en carnes. Parecía que estaba dispuesta a echarnos de allí con cajas destempladas.
-Está cerrado. ¿No saben leer? No se abre al público hasta el mes de abril.
Daniel hizo caso omiso de la desagradable acogida, y le sonrió de una manera franca y encantadora.
-Perdone, ya lo hemos visto, si, pero es que verá, la madre de mi esposa-traté de no mostrarme demasiado asombrada-está muy enferma, en realidad en fase terminal; y nació en los alrededores. No sabe usted como echa de menos este torreón; le trae recuerdos de su infancia, ¿verdad, querida?-me dijo, tomándome de la mano. Tuve que asentir, seguirle la corriente. Y hemos pensado que a usted no le importaría que pasásemos para hacer unas fotos y darle un poco de consuelo a una pobre anciana.
Hasta a mi me había convencido la sarta de embustes, y la desagradable mujerona se enterneció y nos dejó subir, aunque no se quitó la cara de malas pulgas. Daniel pasó delante, arrastrándome más que llevándome de la mano. Cuando ya estábamos un tanto alejados me preguntó si me veía con fuerzas para subir los empinados escalones.
-Si, si vamos despacio, creo que podré. Siempre que tires un poco de mí. Trolero-no pude menos que decirle. No sé como no te has ruborizado al colocarle semejante historia a la pobre mujer.
-Hacía teatro en la universidad y el drama siempre se me dio muy bien; la comedia no tanto. Creo que estuve convincente, ¿verdad?
No le contesté, no podía hablar, tenía bastante con subir. Pero mereció la pena, porque cuando llegamos a la parte más alta de la torre, una especie de terraza de piedra; el espectáculo, a pesar del día invernal, era impresionante. Se veía todo el pueblo cercano, la desembocadura del Eume, el mar, cuyo azul contrastaba con los distintos tonos de verde del paisaje. Nos quedamos de pie mirando a lo lejos, el brazo de Daniel descansando levemente sobre mis hombros. Cuando me quise dar cuenta me había abrazado y me estaba besando; un beso de verdad. Sentí sus labios dulces sobre los míos, y su barba rascándome levemente la cara. No se cuanto duró, pero si se que cuando nos separamos estaba como en trance y no era capaz de pronunciar palabra. El me sonrió.
-Para que la mujer de abajo quede convencida de que es verdad que estamos casados, que nos amamos.
A pesar de la sorpresa yo también me reí.
-Los casados no suelen darse apasionados besos en público.
-¿Tú crees? No todos los matrimonios tienen por qué ser aburridos y sin pasión.
-Bien, pero no es necesario llevar la farsa tan lejos; tu actuación fue tan buena que te creyó sin problemas.
-El beso fue real, al menos por mi parte-me dijo
Me volví de espalda a él, no quería que me viese la cara. Estaba ruborizada, lo notaba perfectamente. Este hombre me hacía sentir como una adolescente enamorada.
-Dice la leyenda que hay un túnel que comunica el castillo con el pueblo, para que la gente pudiese llegar aquí a resguardarse de un ataque sin correr peligro-le conté, sobre todo para que no siguiese por el camino que había iniciado.
-Eres muy hábil cambiando de conversación cuando mejor te conviene, Nefertiti. Pero por esta vez dejaremos aquí la cosa. Otro día seguiremos…con la conversación, quiero decir. Y ahora bajemos. No conviene hacer esperar a esa señora, no vaya a ser que se acabe nuestra buena suerte y se enfade.
Me tomó de la mano para bajar y cuando emprendimos la vuelta ya estaba anocheciendo.

Beth28 de marzo de 2011

8 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    "Decidí que yo no sería igual que ellas, que tomaría mi propio camino antes de que fuese demasiado tarde. No se por qué, pero se me hacía insoportable la idea de prepararme para morir viviendo en una enorme mentira. Quería estar en paz conmigo misma".

    Amita este extracto me ha encantado, muchas veces o casi siempre nuestra vida es una mentira. Que bueno que elena haya querido cambiar los modelos a seguir y se haya propuesto a hacer lo que su conciencia dictará.

    Un gusto enorme leerte.

    Sergei.

    28/03/11 04:03

  • Tere92

    bonito texto =)

    28/03/11 04:03

  • Beth

    Ay, mi gatito, cuanto te he echado de menos. ¿SAbes? Has enamorado a mi abuela, a quien envié la historia de Marta y Lucas. Pero ella dice que quien le gusta eres tú. Normal, por otra parte

    28/03/11 04:03

  • Beth

    Muchas gracias por haberlo leído, Tere92

    28/03/11 04:03

  • Vocesdelibertad

    Es una historia hermosa y al igual que tu avatar me posiciono en el escritorio y sólo utilizo la mano derecha para rodar el mouse y bajar la pantalla. Estoy encantada, cómo no enamorarse de Daniel. Hasta lo he comparado con mi esposo.

    Ahora me has dejado sonriente esperando el siguiente capitulo.

    Abrazos mi querida Beth

    28/03/11 07:03

  • Beth

    Pues me encanta eso que me dice, Voces. Si, Daniel es un hombre admirable, pero estoy convencida de que algunos habrá como él. Besos

    28/03/11 08:03

  • Endlesslove

    “Estaba ruborizada, lo notaba perfectamente. Este hombre me hacía sentir como una adolescente enamorada.”
    Estoy segura que todos los que te leemos vamos ruborizándonos y sintiendo cada palabra y acto de amor que nos regalas Beth

    11/09/11 07:09

  • Beth

    Vosotros sois los que me regaláis a mi vuestro precioso tiempo al leerme. Gracias

    11/09/11 07:09

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