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Mientras Llega MaÑana 30

Diego y yo comimos juntos y me dejó en casa a las cuatro de la tarde, sana y salva, pero muy cansada. Daniel me había llamado para decirme que el viaje había ido bien y que estaría todo el día muy ocupado. Me dejó algo intrigada porque me pidió que mirase mi correo por la noche, que me mandaría algo. No me imaginaba que podría ser, pero en cualquier caso pronto saldría de dudas. Mañana llegarían Elia y Carlos y todavía tenía que supervisar sus cuartos y ver que todo estuviese a punto. No me faltaba en que estar entretenida hasta la hora de la cena, porque además tenía que trasladar la ropa de Daniel y sus cosas a mi habitación. Cuando acabé eran las nueve de la noche y yo estaba molida de cansancio. Me daba pereza cenar de manera convencional, y como estaba sola, simplemente me preparé un chocolate caliente y me llevé la taza al lado del ordenador. Seguramente mi hermano no aprobaría este tipo de cena, pero como no se lo iba a contar, no había ningún problema. Entré en mi correo y efectivamente, había un mensaje de Daniel. Confieso que lo abrí con algo de temor. Por un momento me dio por pensar que iba a usar este conducto para decirme que me dejaba plantada, que encontraba complicado mantener una relación con alguien como yo. Pero intenté convencerme a mi misma de que él nunca haría las cosas de una manera tan cobarde. Bien, la mejor manera de saberlo era leer lo que me había escrito.
Mi Nefertiti:
Sabes que soy parco en palabras y generalmente solo hablo cuando tengo algo que decir y aún entonces de manera breve. Pero escribir se me da mejor; al fin y al cabo llevo casi veinte años ganándome la vida con ello. Por eso he pensado aprovechar estos días que vamos a estar separados para contarte cosas de mi que te ayudarán a conocerme mejor, y que aunque quiero que sepas, nunca te contaría viéndote delante. Puedes llamarle pudor, pero creo que cobardía lo expresa de manera más exacta y se ajusta más a la verdad.
Al igual que tú, yo también crecí como hijo único, a pesar de tener una hermana. Pero fui una ocurrencia tardía de mis padres, o un accidente, y Carmen es dieciocho años mayor que yo. No sé por qué decidí estudiar Periodismo, quizá porque lo único que se me daba bien era contar cosas, escribir, y si con eso podía comer, mejor que mejor. Tampoco se porque me hice corresponsal de guerra, porque no fue una cosa que hubiese planeado, sino fruto de la casualidad. Cuando hice prácticas en mi último año de carrera conocí a un viejo periodista curtido en mil batallas, que me tomó bajo su protección; me imagino que sintió pena de un pobre pardillo al que le quedaba mucho que aprender. Y me pareció lo más normal del mundo al acabar, que me llamasen del periódico donde él trabajaba. Con la inconsciencia que da la juventud, me tomaba el peligro a la ligera y durante mucho tiempo no se me pasaba por la cabeza que cuando salía a cubrir una información podía no regresar. Los jóvenes siempre piensan que la muerte les toca a otros. No quiero que te hagas una idea romántica o equivocada de mi trabajo, porque a realidad es que se trata de algo muy duro y la mayor parte de las veces feo y sórdido. La guerra no tiene lado amable, no hay que perder el tiempo en buscarlo. Y nadie nos enseña ni nos prepara para lo que nos espera. Los soldados reciben una instrucción y son formados para su profesión, que es la guerra; pero a nosotros tan solo nos enseñan, peor o mejor, a hilvanar frases y contar lo que vemos. Antes de la guerra de Vietnam recibíamos el mismo tratamiento que los militares, hasta cuando nos hacían prisioneros, pero después todo cambió, e incluso cambió también el modo en cómo nos miran los que por ironías del destino son compañeros en las aventuras y las desventuras; los propios soldados. Pocos son los que nos aprecian, y en ocasiones no puedo culparlos, incluso los entiendo. Porque en honor a la verdad, he visto como muchos compañeros desvirtuaban por completo lo sucedido y servían a los intereses de quienes les pagaban, para contar las cosas de la manera más adecuada. Sin ser presuntuoso, nunca lo hice; y así me fue.
Te he contado todo esto, que quizá te haya aburrido, para que sepas un poco en que estado de ánimo me podía encontrar cuando tú llegaste a mi vida: recuperándome de un accidente, por llamarle de algún modo, desengañado de mi profesión, y sobre todo, solo. Pero también ansioso de soledad. Por eso nunca podré decir que sentí por ti un flechazo ni esas cosas que dice la gente para quedar mejor. Cuando te ví me pareciste una mujer atractiva, educada, y pensé que no habría problemas en compartir la casa. En honor a la verdad, tu oferta de cocinar hizo que la idea de acogerte aquí fuese más agradable. Estaba harto de comer mal.
Tengo que irme a una aburrida cena con mi editor. Te llamaré luego si no llego muy tarde. Y te seguiré contando algunas cosas que nunca te diría, porque no sabría cómo sin sentirme idiota.
Te quiero, aunque ya lo sabes.

Si, lo sabía, pero mi naturaleza insegura me jugaba malas pasadas, me hacía preguntarme si me merecía que me quisieran. Quizá el haber crecido al lado de una madre poco expresiva, que nunca me hizo sentir verdaderamente querida, y haberme casado luego con un hombre que vivía en su propio mundo, apartado de mi y sin molestarse en saber qué era lo que sentía en cada momento, me habían llevado a creer que la culpa era mía; y que no era digna de cariño.
Ya me iba a la cama cuando sonó el móvil. Era Daniel, para contarme cómo había ido el primer día, y sobre todo para saber cómo estaba. Hablamos durante al menos quince minutos, y me fui a la cama con la sensación de que por fin las cosas estaban marchando bien en mi vida. Mañana vería a Carlos y Elia y solo esperaba que aceptasen a Daniel. Al romper con Arturo me quedé con los buenos recuerdos de los años que compartimos, y sobre todo con su familia, que yo había convertido también en mía. Se que no todo el mundo lo entendería, pero era muy importante para mi que el hombre con quien iba a compartir mi vida fuese aceptada también por las otras personas que significaban algo para mi. Y mientras me limpiaba la cara frente al tocador, pensé que todavía me quedaba la parte más complicada, pues debía decirle a mi hija que tenía una nueva relación. Esto si me daba miedo, porque Úrsula adoraba a su padre, de una manera posesiva y algo irracional, que la hacía ser a veces profundamente injusta. No estaba muy segura de cómo enfrentaría la presencia de Daniel.
Mi hija fue una niña muy deseada y tanto su padre como yo nos volcamos en ella por completo. A veces pienso que le dimos a nuestra hija un lugar tan destacado que nos olvidamos de que antes habíamos existido nosotros dos, como pareja, como dos personas que se aman. Desde que era un bebé, sintió predilección por Arturo, y a pesar de que era yo quien estaba con ella las veinticuatro horas del día, quien le daba de comer, la dormía y me ocupaba de ella cuando estaba enferma, siempre tuvo claro que el primer lugar en su corazón era para su padre. Eso no me molestaba especialmente, y hasta lo veía normal. De pequeña, yo también había estado más cerca de mi padre que de mi madre, y siempre pensé que era lo que ocurría en caso de padres e hijas. Pero ni en la adolescencia, cuando se supone que madres e hijas se acercan, ella dejó de poner a Arturo en primer lugar.
Y para aumentar mi desazón, también debía contarle de la existencia de Diego, de su tío. ¿Cómo se lo tomaría? Me preguntaba si no habría cometido un error al ocultárselo durante más de un año. Tal vez debiera haber escuchado a mi hermano, que me aconsejó decirle la verdad mucho antes. Pero nunca encontraba el momento apropiado; o bien nos habíamos peleado, o el problema era que Úrsula tenía exámenes, o se iba a marchar al extranjero. El caso es que no le dije nada, y ahora me arrepentía. ¿Serían demasiadas novedades a la vez?
Beth30 de abril de 2011

6 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Beth:
    Será muy interesante leer los mensajes electrónicos de Daniel, aunque las guerras no tienen lado amable. Elena tiene ese corazón de madre gigante, que sabe amar cada espacio aún sintiendo desazones...
    Sigo contigo, Linda Beth

    03/05/11 08:05

  • Beth

    Si, Voces, es verdad, las guerras no tienen lado bueno. A veces pienso que esta Elena debe de ser una cáncer. Las cáncer, ya se sabe, le hacen de madre hasta a la suya propia. Besos, Voces

    03/05/11 08:05

  • Serge

    Beth:
    Amita, en ese correo Daniel te ha mostrado parte de su alma, es verdad hay gente que no puede expresar sus emociones hablando pero escribiendo lo hacen de maravillas.
    Disculpa por leer conversaciones privadas jejejejeje.

    Saludos.

    Tu gato pardillo.

    Sergei.

    13/05/11 11:05

  • Beth

    A ti, mi gatito, te lo permito

    14/05/11 04:05

  • Endlesslove

    Inseguridades, miedos, novedades, planteamientos, confesiones, bueno estaba sola , sin Daniel, tenía tiempo para ella y todo lo que estaba dentro. Ya lo iría resolviendo.
    Y Daniel... escribiendo y regalándole sus intimidades , es un hermoso!

    11/09/11 10:09

  • Beth

    Es que los hombres son reacios a confesar sus miedos y por eso Daniel lo ha hecho escribiendo, porque además es lo que sabe hacer, escribir

    11/09/11 11:09

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