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Mientras Llega MaÑana 44

Intenté serenarme y dejar de lado las lágrimas. No era la primera vez que despedía a mi hija, pero siempre resultaba duro. Esta vez especialmente porque quizá, después de los enfados del comienzo, era cuando más cerca había estado de mi. Puede ser que estuviese madurando y mi enfermedad le hiciese ver las cosas con más claridad. Pero sobre todo, creo que darse cuenta de que su padre no era el héroe maravilloso que había imaginado, la hizo poner los pies en la tierra. Estaba agradecida a Daniel por la paciencia que había mostrado; cualquier otro en su lugar se hubiese ido a la primera tontería de Úrsula. Se lo dije cuando íbamos de vuelta a casa, y se encogió de hombros, quitándole importancia.
-Es tu hija, y si para ti es importante, para mí también, ya te lo dije. Y te voy a confesar algo; aunque al principio me pareció una niña insoportable y consentida, acabó gustándome mucho. Se parece a ti en el carácter.
-Desde luego que no. Tiene muchas cosas de su tía y de su padre. Pero sobre todo ha salido a mi madre.
-Pues será que tú te pareces a tu madre.
Me horroricé de oír eso. ¿Yo me parecía a mi madre? No podía ser, siempre había intentado hacer todo lo contrario de lo que mi madre había hecho.
-Yo soy muy distinta de mi madre, o al menos eso espero.
-Pues no estés tan segura, Nefertiti. Por supuesto, como yo no la conocí, no te puedo dar o quitar la razón, pero te lo digo porque yo siempre me llevé fatal con mi padre; estábamos todo el día discutiendo, y ahora descubro que en muchas cosas, soy como él.
-Puede ser que algún día acabe reconciliándome con mi madre, no lo sé.
Parece que el fin de las cortas vacaciones significaba también que se había acabado el buen tiempo. El día había amanecido nublado y turbio, y amenazaba lluvia; aunque de momento sólo había una bruma húmeda que me producía dolor de huesos y pereza. Tenía ganas de encender la chimenea y arroparme en el sillón cerca del fuego. Fue un placer llegar a casa y saber que estábamos de nuevo los dos solos, y ahora libres ya de expresar lo que sentíamos. Apenas habíamos llegado a la cocina cuando nos abrazamos como si hubiésemos estado separados durante meses.
-Quizá sea egoísta, pero tenía ganas de tenerte para mi solo, sin compartirte con tanta gente.
-No, no es egoísta en absoluto. Desde aquella primera noche apenas hemos tenido tiempo de hablar: tu viaje, las visitas, la niña.
Fue un día extraño. Nos dedicamos simplemente a estar juntos, consolándonos ambos de todos los sinsabores, de tanta soledad acumulada, del hambre de amor que los dos teníamos desde hacía ya demasiado tiempo. Nos daba igual la hora, si era mañana, tarde o noche. Comimos cualquier cosa sobre la alfombra de la sala, al lado del fuego, sin mirar el reloj, simplemente cuando tuvimos hambre. Y hablamos, hablamos mucho, de sentimientos, del pasado, del presente, pero sobre todo del futuro que teníamos por delante. En ningún momento nos planteamos que los dos teníamos problemas de salud, ni que pudiese haber dificultades en nuestro camino. Simplemente nos habíamos encontrado gracias a esas casualidades que tiene la vida y ahora no renunciaríamos a estar juntos por nada ni por nadie.
Nunca había pensado en mi misma como alguien sensual ni había disfrutado demasiado de esta faceta durante mi matrimonio con Arturo; más bien me pareció una liberación cuando me di cuenta de que con frecuencia visitaba camas ajenas, el decirle que se fuese al cuarto de invitados. La primera vez que me quedé yo sola en la cama, sentí el inmenso placer de estirarme en ella y no tener a nadie roncando a mi lado ni que me quitase las mantas. Pero ahora era muy distinto; porque gozaba de cada minuto que estaba con Daniel y confieso, con algo de vergüenza, que cuando había gente delante tenía que controlarme para no coger su mano, acariciar su cara, o recostar la cabeza en su hombro. Era como una necesidad permanente de contacto físico, de que me abrazase y de sentirle cerca.

Yo soy y he sido siempre muy supersticiosa, pero no el sentido en que la gente lo es. Es decir, no me asustan los gatos negros y me encantan los martes y trece; pero hay pequeñas cosas que me llenan de pánico y me hacen totalmente irrazonable, sin que sepa expresar por qué. En los momentos en que todo va bien, cuando estoy en paz conmigo misma y me digo que soy afortunada, empiezo a pensar si de verdad lo merezco, y que quizá después del goce venga el castigo. Creo que me ocurre porque cuando era pequeña y me reía mucho por algo, mi madre siempre decía la misma frase lapidaria: “veremos si tantas risas no traen llantos”. Esa sensación la tuve al final del día, cuando con todas las luces apagadas, solo con el resplandor del fuego, estábamos juntos Daniel y yo, él con la cabeza en mi regazo, tomando los dos una copa de vino. Estaba acariciándole el pelo, pensando en lo afortunada que era de haber conseguido, cuando menos lo pensaba, encontrar a la persona adecuada, cuando vi un resplandor fuera, como una luz intermitente que se encendía y se apagaba, al tiempo que se oía aullar un perro. Se me heló la sangre en las venas; me puse rígida de pánico. Daniel se dio cuenta y me preguntó qué me pasaba.
-Parece que has visto un fantasma-me dijo.
-No un fantasma, pero esa luz, ¿Qué puede haber sido?
-Muchas cosas; desde los faros de un coche hasta alguien que salió a pasear y lleva una linterna.
-A estas horas y con la que está cayendo, ¿No?
-Ay, no seas pesada, cariño. ¿Qué más da?
-¿Y el perro?
-Pues el perro saldría a pasear con el de la linterna, mujer. Qué manía de buscar problemas en donde no los hay.
-Mi abuela decía que el aullido de los perros era un mal presagio.
-Déjate de bobadas de malos presagios. Y digo yo, con lo miedosa que eres, ¿Qué harías tú sola en este sitio dejado de la mano de Dios? Menuda suerte has tenido de alquilar la casa y dar conmigo.
Él lo decía para embromarme, pero no sabía hasta que punto era la verdad. Y quizá por eso, desde que oí aullar al perro y vi la luz fuera, tuve la sensación de que algo nos amenazaba.
Aquella noche no dormí bien, di vueltas en la cama sin parar y Daniel me preguntó varias veces qué me pasaba. No podía decirle nada; porque yo misma no estaba segura; solo sabía que me encontraba extrañamente desasosegada y nerviosa. Cada vez que conseguía cerrar los ojos tenía sueños extraños que me hacían despertar sudando y atemorizada. Ya de madrugada me levanté despacio, intentando no despertar a Daniel y fui hasta la cocina, para prepararme leche caliente. Cuando ya me la estaba tomando y me había tranquilizado algo, al coger de un armario el bote de las galletas, cuando estiré el brazo, sentí un dolor lacerante en el único pecho que me quedaba, cerca de la axila. Era como un calambre, como si nada más moverme, me recorriese una corriente eléctrica que me dejaba sin aliento. Temblando de miedo me llevé la mano al pecho, temiendo lo que iba a encontrar; recordando la sensación de pánico de cuando me descubrí aquel bulto, antes de Navidad.
Beth03 de junio de 2011

7 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Ay Beth, me dejaste al borde de nuevo y es fin de semana, jajaja
    Tantos momentos hermosos se comparten en la vida, impregnados de sentimiento y calidad humana. Esperemos que no ocurra nada malo en mi ausencia.
    Abrazos con cariño

    04/06/11 12:06

  • Beth

    Bueno, a ver si todo va bien. Buen fin de semana

    04/06/11 04:06

  • Norah

    Mi abuela decía que el aullido de los perros era un mal presagio...siempre me fascina de tu modo el saber cuando recuperar los viejos decires, muy bueno como siempre, beso grande.

    05/06/11 08:06

  • Norah

    Mi abuela decía que el aullido de los perros era un mal presagio...siempre me fascina de tu modo el saber cuando recuperar los viejos decires, muy bueno como siempre, beso grande.

    05/06/11 08:06

  • Beth

    Cosas de haberse criado con abuelos y bisabuelos, querida Norah. No hay más secreto

    05/06/11 09:06

  • Endlesslove

    Creo entonces que esta frase se dice en todas partes: “veremos si tantas risas no traen llantos”. En mi país también lo conocemos, y por más que uno no quiera prestarle atención a las palabras cuando se ha reído mucho pensamos siempre en esto.

    14/09/11 07:09

  • Beth

    Yo lo pienso todavía ahora, si un día me lo paso muy bien, ya estoy temiendo que me ocurra una desgracia

    14/09/11 09:09

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