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Mientras Llega MaÑana 45

Vacilé antes de tocar, pero no tenía sentido dar la espalda a la realidad. Aunque no fue un bulto como el de la vez pasada lo que me encontré, sino que todo el lateral del pecho estaba endurecido y muy sensible y doloroso al tacto. Era como si un calambrazo me recorriese toda la zona. Me temblaban las manos y las rodillas, y me senté. No había pensado que tendría que empezar de nuevo tan pronto y dudaba de que me quedasen fuerzas. Intenté sobreponerme al enorme miedo que me atenazaba la garganta. La primera vez estuve tentada de dejarme ir, de no luchar; pero ahora mi vida tenía mucho valor, porque por primera vez en mucho tiempo tenía con quien compartirla.
No oí llegar a Daniel, no sentí su presencia hasta que le vi delante de mí y quizá por eso, porque me pilló desprevenida, no pude enmascarar el pánico que sentía.
-¿Qué pasa?-me preguntó, arrodillándose delante de mi. ¿Por qué te has levantado de la cama? Todavía no son ni las seis de la mañana.
No sabía que contestarle; y como muchas veces me arrepentí de haber iniciado una relación en mis condiciones. Si no eran suficientes mis padecimientos, ahora había otra persona implicada. ¿Tenía yo derecho a meterle de lleno en esta vorágine de dolor que me esperaba?
-Nefertiti, me estás asustando. Contéstame-me exigió.
-No me encuentro bien. Por eso me levanté.
-¿Qué te pasa? Vamos, dímelo.
-Tengo dolores en el pecho.
-¿Te duele la cicatriz? Es raro, después de tanto tiempo.
-No, me refiero al otro pecho. No puedo ni tocarlo. Y hay una zona que está endurecida. Es distinto a la vez anterior; entonces no me dolía, y podía palparme perfectamente el bulto; pero ahora no.
Creo que tampoco él sabía qué decir. Me abrazó; nos quedamos así un buen rato, hasta que se separó un poco de mi para mirarme a los ojos y me dijo que estábamos juntos, que lucharíamos contra lo que fuese.
-Yo ya no se si me quedan fuerzas, Daniel. Apenas empezaba a encontrarme bien después de acabar el tratamiento, y de nuevo estaba volviendo a ser la que era; y ahora empezar de nuevo me aterra.
-Ya lo se, lo entiendo, pero si hay que hacerlo, lo haremos. De entrada, déjame que llame a Diego; le diré que vamos hoy a la consulta.
-No, no le llames, hoy tiene que operar hasta las cinco de la tarde. Iremos después de comer. Unas horas más no variarán en nada lo que me tenga que decir.
-Está bien, como tú quieras. Pero entonces acuéstate de nuevo e intenta descansar. Te llevaré un vaso de leche caliente.
-¿Y te quedarás conmigo?
-Siempre.
De alguna manera conseguí pasar la mañana. Lo mejor cuando ocurre algo que nos asusta o nos preocupa, es mantenerse entretenido, así que me puse a hacer bollos de canela para llevar una bandeja a las enfermeras que me habían cuidado. Sabía que les vendría bien para acompañar el café, sobre todo en las largas guardias nocturnas. Me costaba mover el brazo, porque cada vez me dolía más, pero de todos modos solo el roce de la ropa en el pecho también me molestaba. No quise que Daniel estuviese conmigo en la cocina; le pedí que escribiese como todas las mañanas, que cumpliese su horario de trabajo. Era una manera de fingir que no pasaba nada, que era una mañana normal y que no estaba muriéndome de miedo e impaciencia por saber a qué tendría que enfrentarme esta vez.
Nos sentamos a comer en silencio. Me di cuenta de que Daniel espiaba mi más mínimo movimiento y cada uno de mis gestos. Estaba preocupado, y yo sentía que no era justo hacerle pasar por todo esto; ni a él ni a los demás. ¿Merecía la pena someterse otra vez a nuevas torturas que no me llevarían a nada positivo?
-No has llamado a la clínica, ¿verdad?
-No, nos iremos dentro de un rato, y cuando Diego acabe en el quirófano, te verá.
Tomé aliento, porque sabía que acabaríamos discutiendo.
-Es que creo que no quiero ir.
-Espero no haber oído bien; y en todo caso olvidaré que has hablado.
Se levantó para recoger los platos, pero yo le agarré de la camisa y le obligué a que se sentase de nuevo.
-Escucha, Daniel, no se si tengo ganas de someterme de nuevo a todo ese calvario. Ya lo pasé una vez, y por lo que se ve, no sirvió de nada. Se que voy a morirme, lo sabía ayer, aunque no quisiera aceptarlo, cuando el ladrido del perro y la luz.
Se levantó de la silla y vino hacia mi. Me agarró por los hombros y me sacudió ligeramente, aunque con la suficiente fuerza como para que dejase escapar un gemido de dolor. Estaba tan alterado que ni se dio cuenta.
-Déjate de decir estupideces. Y no acabes con mi paciencia. Si piensas que voy a seguir escuchando tonterías me conoces poco. Irás a la consulta de tu hermano aunque te tenga que llevar arrastrando; y te someterás a todos los tratamientos que él te mande. Me lo debes.
Quise responder, pero no me dejó. Siguió hablando, o mejor gritando. Nunca le había visto así, ni siquiera cuando se enfadó con Úrsula.
-Si, me lo debes. Yo no te busqué. Fuiste tú la que llegó aquí, donde yo estaba más o menos tranquilo, lamiéndome las heridas, y me envolviste con tus palabras dulces, con tus cuidados y tus mimos. Me acostumbré a tener a alguien con quien desayunar, con quien almorzar y cenar, con quien hablar. Y cuando volviste a casa, enferma, te llevé de la mano, te ayudé a recuperarte, a perder tus miedos. Así que me lo debes, porque me acostumbré a ti, y ahora no te voy a permitir que tires la toalla y arrojes por la borda lo que hemos conseguido juntos. Tienes que seguir viviendo, tienes que hacerlo porque yo te necesito a mi lado, porque quiero que seas mi mujer, y porque no te dejaré que te quedes de brazos cruzados.
Se sentó de nuevo. Respiraba como si hubiese estado corriendo, y sus ojos echaban chispas.
-¿Lo has entendido? ¿Te ha quedado claro? No te vas a morir porque no me da la gana; porque no te lo permitiré. No vas a dejarme solo porque estés demasiado cansada para seguir luchando. Aunque tenga que llevarte a rastras, irás a ver tu hermano, ya te lo he dicho. Y ahora, arréglate, nos vamos.
¿Qué podía hacer? Solo lo que me había ordenado. Tuve el buen sentido de callarme durante el viaje. Fue él quien rompió el silencio.
-¿Se puede saber que llevas ahí?-preguntó señalando las galletas, en el asiento trasero.
-Son bollos de canela, para las enfermeras.
-¿Tú sabes que la canela es afrodisíaca? A ver cuando los haces para mi.
Beth05 de junio de 2011

12 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Mi hermana ha pasado por momentos terribles y angustiosos por el cáncer, te juro que hubiese querido haberte leído antes para haberla apoyado de otra manera, pero yo misma estaba angustiada. Es tan valioso lo que escribes.

    Abrazos querida Beth

    07/06/11 12:06

  • Norah

    ¿Tú sabes que la canela es afrodisíaca? A ver cuando los haces para mi. ..sos maravillosa y ese Daniel, cada vez comprendo mas porque es tan especial mas alla de lo virtual, beso de admiración.

    07/06/11 08:06

  • Norah

    ¿Tú sabes que la canela es afrodisíaca? A ver cuando los haces para mi. ..sos maravillosa y ese Daniel, cada vez comprendo mas porque es tan especial mas alla de lo virtual, beso de admiración.

    07/06/11 08:06

  • Norah

    ¿Tú sabes que la canela es afrodisíaca? A ver cuando los haces para mi. ..sos maravillosa y ese Daniel, cada vez comprendo mas porque es tan especial mas alla de lo virtual, beso de admiración.

    07/06/11 08:06

  • Beth

    Querida Voces, cuanto siento lo de tu hermana. Pero mira lo que te digo, que yo estoy convencida de que cuando alguien pasa por esa dura prueba y la supera sale fortalecido y aprovecha mejor la vida. Yo soy de esas tontas que cree que cualquier cosa que nos pase, aunque en el momento sea mala, o lo parezca, es para bien, y para hacernos mejores y más fuertes. Un abrazo para ti y otro para tu hermana

    07/06/11 09:06

  • Beth

    Ay, Norah, mi querida hermana selenita, la canela forma parte de mi vida desde siempre. Y desde hace menos tiempo aunque pienso que ha estado desde siglos también alguien tan especial como Daniel, aunque no se llame Daniel. Quizá cuando creé el personaje estaba ya conjurándole a que se mostrase.

    En fin, que yo aconsejo a todas las mujeres que si pueden pongan un Daniel en su vida, con o sin barba.
    Un beso Norah

    07/06/11 09:06

  • Norah

    Querida Beth, hoy estoy insomne, pero ya desde pequeña confindiá la noche con el día, te voy a hacer caso y voy a convocar ya mismo a un Daniel, con o sin barba, beso inmenso.

    07/06/11 10:06

  • Norah

    Querida Beth, hoy estoy insomne, pero ya desde pequeña confindiá la noche con el día, te voy a hacer caso y voy a convocar ya mismo a un Daniel, con o sin barba, beso inmenso.

    07/06/11 10:06

  • Norah

    Querida Beth, hoy estoy insomne, pero ya desde pequeña confindiá la noche con el día, te voy a hacer caso y voy a convocar ya mismo a un Daniel, con o sin barba, beso inmenso.

    07/06/11 10:06

  • Beth

    Tú llámale que seguro que llega. Y si viene sin barba y quieres barba, déjale sin maquinilla unos días y asunto arreglado. Hay muchos Danieles escondidos en el mundo, estoy segura. Y dulces sueños, allende los mares para mi ya es mañana, o sea, hoy

    07/06/11 10:06

  • Endlesslove

    Tengo miedo, pero Daniel, por Dios, este hombre es bello. Todo su amor volcado en Helena . Algo me dice que todo estará bien.

    14/09/11 07:09

  • Beth

    Yo también espero que todo se les soluciones a estos pobrecillos, que se lo merecen

    14/09/11 09:09

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