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Mientras Llega MaÑana 47

Me ayudaron a preparar la cena y cuando ya casi habíamos acabado Diego me preguntó si había llamado alguien. Sonreí con cara de inocencia y le conté la llamada de Elia. Daniel y él se miraron de reojo, y me pregunté de qué habrían estado hablando y que era lo que se traían entre manos.
Ya en la cama sentí que quizá le debía a Daniel una disculpa y una explicación. Ahora me daba cuenta de que por mi afán de no depender para todo de él, había empeorado las cosas. Pero no era sencillo pedir ayuda para hacer tareas que antes no representaban ningún esfuerzo. Odiaba depender de los demás, siempre pensaba que acabarían cansándose de mí.
-Daniel, quizá debería pedirte perdón por haber sido cabezona.
-Si, yo también pienso lo mismo.
-¿Qué debería pedirte perdón?
-Más bien que eres una cabezona y testaruda que siempre cree tener razón. El mundo seguirá adelante aunque te dejes ayudar por los demás. ¿Sabes como me he sentido al enterarme de que te habías puesto a limpiar la dichosa alfombra tu sola? ¿Tanto te cuesta pedirme que lo haga yo? Nefertiti, hemos de aceptar que tenemos limitaciones, yo también las tengo, y hemos de aprender a vivir con ellas. ¿Qué te parecería si yo, olvidando que siempre tengo las defensas bajas, me expongo a constantes cambios de temperatura y no me cuido? No es tan complicado de entender, creo.
Me acurruqué contra él para hacerme perdonar, y me abrazó.
-Y ya el colmo es que te dejes impresionar por bobadas como los aullidos de los perros o las luces-me acusó. Me parecía estar oyendo historias salidas de la Edad Media. ¿Cómo puedes creer en esas tonterías?
Quizá porque en el fondo también a mi me avergonzaba ser tan supersticiosa, le conté como en mi infancia, en las largas noches de invierno que pasábamos en la que ahora era nuestra casa, mi abuela me entretenía con historias sobre la Santa Compaña y sus señales de que algo tremendo estaba a punto de pasar. El aullido lúgubre de un perro siempre era señal de que habría una muerte cercana, y las luces que aparecían y desaparecían eran procesiones de ánimas en pena que venían a buscar otra alma que sumar a la tenebrosa fila de difuntos. Él sacudió la cabeza, con incredulidad.
-Y que una mujer inteligente como tú siga temiendo esas tonterías. A mi de pequeño me encantaban las historias de vampiros, lo cual no quiere decir que ahora, a mi edad, crea que de verdad existen.
-Bueno, en mi sigue habiendo una parte de niña
-Si, y rebelde, además.
Se incorporó ligeramente, apoyándose en un codo, y me miró profundamente.
-Tenemos que hablar de lo de mañana.
-¿De la cita con el cirujano?
-Quiero que sepas que si tú necesitas operarte para estar mejor, por una cuestión de estética que ahora te moleste, estaré a tu lado. Pero no quiero que te sientas obligada a hacerlo por mi, porque pienses que a mi me importa. Ya te he dicho que el mundo está lleno de mujeres con dos pechos, pero yo me enamoré de ti, y es contigo con quien quiero estar, con uno o con dos pechos, me da igual. Todas las operaciones tienen sus riesgos.
-Si, pero de verdad quiero hacerlo. Por mi, por ti; porque si yo estoy mejor, los dos lo estaremos. Y además-dije echándolo a broma-tengo un montón de ropa que no me puedo poner.
-Bien-se conformó. Como quieras. Pero hay algo que debes prometerme.
-Lo que tú quieras.
-Si en alguna ocasión sucede lo que ayer temíamos, es decir, si la enfermedad vuelve, nunca tomarás decisiones tontas como quedarte de brazos cruzados. Tu vida vale mucho para mi, y siempre hay que luchar por seguir adelante. ¿Me lo prometes?
Asentí. ¿Cómo podía negarle algo a este hombre que me había rescatado del profundo pozo en el que había estado y que me había devuelto a la vida?
No podía evitar estar nerviosa ante la cita de mañana y me costó quedarme dormida. Pensé en mi infancia y mi juventud, en mi familia, y en cómo me habían marcado, sobre todo mi madre y mi abuela. Era un tema recurrente, que siempre acababa por volver. Ninguna de las dos llevó una vida feliz, más bien creo que se resignaron a lo que les tocó padecer y en algún momento de su existencia decidieron dejar de luchar. ¿Me parecía yo a ellas? Creo que en cierto modo, si, como lo demostraba el hecho de cuando todo empezó a ir mal entre Arturo y yo, no me decidiese a dejarle. Al principio me decía a mi misma que era por Úrsula, porque no quería causarle dolor, pero ahora, a la luz de los años pasados, creo que más bien se trataba de algún tipo de pereza moral, de indolencia, o de pensar que en realidad yo no tenía derecho a ser feliz ni a esperar nada mejor. Arturo era lo que tenía y con él debía conformarme y seguir adelante. Tuvo que llegar una temible enfermedad y la posibilidad muy real de no sobrevivir para que de nuevo me replantease mi vida y decidiese que no quería seguir inmersa en una mentira.
No pude menos que recordar, con los brazos de Daniel rodeándome y su pelo rozándome la cara, cuantas veces acompañé a Arturo en sus comidas y cenas de empresa, haciendo creer al mundo que éramos la pareja perfecta. Incluso compartí mesa y mantel con la que ya entonces era su amante, y yo lo sabía; dentro de mí lo sabía, aunque me hiciese la tonta. Lo que no se dice, no existe. Esa era la máxima de mi madre; la forma en la que yo fui criada. Siempre ocultando cosas, siempre mintiendo, siempre negando la realidad.
Lo cierto era que había perdido unos años preciosos de mi vida junto a un hombre al que ya no amaba, viviendo una vida estúpida e insulsa que no era la mía. Ahora todo eso ya no tenía remedio y lo único que podía hacer era intentar que no volviera a ocurrirme nunca algo semejante. Había roto la barrera del miedo, de la moral convencional y de lo que está bien o mal. Me prometí a mi misma que nunca más volvería a perder el tiempo y que viviría la vida como siempre quise hacerlo. Y Daniel tenía razón; si en algún momento la enfermedad reaparecía, le plantaría cara; no me rendiría, porque ahora si tenía algo por lo que luchar.
Beth08 de junio de 2011

4 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    "...se trataba de algún tipo de pereza moral, de indolencia, o de pensar que en realidad yo no tenía derecho a ser feliz ni a esperar nada mejor....
    Tuvo que llegar una temible enfermedad y la posibilidad muy real de no sobrevivir para que de nuevo me replantease mi vida y decidiese que no quería seguir inmersa en una mentira."

    Esta es la manera como vive la gran mayoría de personas, esperando que algo fuerte suceda en la vida para replantearse y andar con una nueva visión.

    Sigo contigo, querida Beth

    08/06/11 08:06

  • Beth

    Por desgracia las personas solemos ser cobardes para los cambios.

    Gracias, Voces, por leerme

    08/06/11 10:06

  • Endlesslove

    “Lo que no se dice, no existe”. Siempre ocultando cosas, siempre mintiendo, siempre negando la realidad.
    ¡Cuánto callamos!

    15/09/11 12:09

  • Beth

    Pues si, todos ocultamos miedos y verdades

    15/09/11 09:09

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