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Mientras Llega MaÑana 53

Su tía nos llamó por teléfono para decir que llegaría alrededor de las doce de la noche, porque quería pasarse antes por el hospital; y quería saber si habría algún problema. Le dije que no, naturalmente, aunque no las tenía todas conmigo, porque mi experiencia de madre me decía que aunque los niños pequeños puedan estar muy contentos mientras es de día, a la hora de irse a la cama es otra cosa, y baste que les falte su muñeco o una mantita determinada, para que armen un buen lío. Bueno, lo intentaríamos, y a ver qué pasaba. Eran ya las ocho de la tarde y pensé que quizá fuese buena idea bañarlas y darles de cenar. No conocía los horarios a los que sus padres las tenían acostumbradas, pero dado que eran muy pequeñas, pensé que no deberían estar despiertas más allá de las nueve. El problema era que yo todavía no podía cargar pesos ni moverme demasiado. ¿Sabría bañarlas Daniel? En todo caso, habría que probar. Le pregunté si se atrevía y se echó a reír.
-Son niñas, no bombas a punto de explotar. Puede que no tenga mucha maña, pero no las dejaré caer. Eso si, tú mantente a mi lado, y me vas diciendo.
Empezamos con la chiquitina. Puse suficiente agua en la bañera; la grande tendría que servir, yo no tenía bañera de bebés. Miré que la temperatura fuese la adecuada y fui desnudando a la niña. Hacía tanto tiempo que no tenía un bebé en casa que confieso que estuve algo patosa con broches, velcros y pañales, pero lo conseguí. Por suerte tenía jabón de bebé en el baño, porque cuando mi piel estaba tan delicada, era el único que podía usar.
-Bien, ahora, agarra a la niña-le dije a Daniel y pasa tu brazo derecho por su espalda. No tienes que molestarte en sujetar la cabeza, eso ya lo sabe hacer ella sola; pero si que debes tener cuidado de que no se te resbale. Un bebé puede ahogarse fácilmente en la bañera.
-Gracias, Nefertiti-me dijo, con cierto tono de rencor en su voz. Era el tipo de aliento que estaba necesitando para hacerlo todo con más tranquilidad.
-Venga, hombre, que no pesa más de ocho kilos, la podrás manejar.
-Si, pero se mueve.
A pesar de sus quejas, sujetó a la niña de la manera correcta y la metió en el agua y yo fui lavándole con suavidad la cabeza y el cuerpecito. Ella se limitó a patalear alegremente y en ningún momento hizo el menor amago de llorar. Cuando ya estaba lavada, me senté en el taburete con una toalla calentita y extendida y Daniel me la puso encima de las rodillas. La secamos bien y con mayor o menor rapidez, le puse un pijama. Bien, un problema menos. Bañar a Laura fue bastante más sencillo, porque ya no era tan frágil como su hermana. Pero sacarla del agua resultó bastante más complicado, porque pretendía quedarse chapoteando un buen rato más. Al final, con persuasión y promesas de cuentos de princesas, conseguimos que saliese. Preparé el biberón de Lucía y ya en la cocina, hice que Daniel se sentase y le entregué el biberón y el bebé.
-¿Y que quieres que haga con esto?-me preguntó.
-Pues mira, yo había pensado que se lo podías dar a la niña, pero igual tienes una idea mejor. ¿Jugar con él al fútbol, rifarlo en una tómbola?
-Ya se para lo que es, pero nunca lo he hecho. ¿Y si se atraganta?
- A ver, manazas, agarra a la niña, ponle la tetina en la boca y sujétala en el ángulo adecuado. Así no-le corregí la postura. Si no tragará mucho aire y luego nos dará la noche, porque le va a doler la tripa. Vale, así, lo estás haciendo bien.
Le dejé alimentando a Lucía, con Laura como testigo, y yo me fui a la cocina y le preparé a la mayor una tortilla con queso y jamón. Recordé que a Úrsula le gustaba mucho, y esperaba que a ella también, porque no tenía en casa comida apropiada para niños.
A las nueve en punto las niñas habían acabado de cenar y estaban medio muertas de sueño. ¿Dónde las íbamos a acostar? Me daba miedo llevarlas a una cama, por si se caían, pero Daniel tuvo la genial idea de hacer una cama improvisada enfrentando los dos sillones orejeros. Los cubrí con una manta y allí las pusimos a las dos, bien arropadas. No tardaron ni diez minutos en quedarse dormidas; y aunque empecé a contarle a Laura el cuento de Cenicienta, no llegué ni a la mitad porque ya estaban dormidas.
Confieso que me dio pena cuando a medianoche se las llevaron. Hacía mucho tiempo que no tenía contacto con niños tan pequeños, y me había olvidado de lo divertido de sus preguntas y ocurrencias. Recogimos el juego de construcción para guardarlo de nuevo en el baúl de los recuerdos, a la espera de que algún hijo de Úrsula le diese uso. Cuando ya estábamos acostados, estuve a punto varias veces de preguntarle a Daniel si había disfrutado con las pequeñas, pero al final no lo hice, y fue él quien sacó el tema.
-No sabía que los niños podían ser tan divertidos. Nunca traté con ellos tan de cerca.
-Si, puede que lo sean, pero no es oro todo lo que reluce. Criar niños también tiene su lado malo, si es que se puede llamar así. Lo que quiero decir es que es un trabajo agotador, en el que nunca hay vacaciones, que tienes que hacer estés o no cansado, con o sin buen humor. Requiere mucha capacidad de sacrificio.
-Si, ya me lo imagino-contestó él. Pero lo he disfrutado. Es algo semejante a cuando te enfrentas a una página en blanco y la vas llenado de palabras, que hacen frases y párrafos, y luego capítulos de un libro. En cierto modo, debe ser algo parecido a un trabajo creativo.
-Puede; pero no exactamente. Cuando escribes un libro, tú mandas. Dices lo que quieres o cuando quieres. Pero cuando crías un hijo, hay muchos factores externos que te condicionan; el primero el propio niño; porque no hay dos iguales, y por mucho que tú pretendas educarle de una manera, su carácter, en un momento o en otro, saldrá a flote.
Me abrazó y dijo, con voz soñolienta que en todo caso ese no sería nuestro problema, porque aunque Úrsula nos dejase a sus hipotéticos hijos de vez en cuando, no tendríamos la carga de educarles, solo de consentirles. Sí, esa era la misión de los abuelos; consentir las cosas que los padres prohíben, contar cuentos, ser pacientes y hacer, en algunas ocasiones, de confidentes y cómplices de los nietos, aunque sin torpedear la función educadora de los padres. Era el papel ideal para mi, el que me correspondía en este momento, porque yo ya había criado y educado a una hija. Pero no era el papel de Daniel, que había pasado de largo por la etapa previa. La idea que me rondaba por la cabeza durante casi todo el día iba tomando cada vez más forma. Pero era lo suficientemente realista como para darme cuenta de que aunque pareciese sencilla, en la práctica no sería así. Teníamos muchas circunstancias en nuestra contra; para ser exactos, no había casi nada a favor. Y había que pensar más bien en los terceros inocentes que en nuestro propio egoísmo. No se trataba de comprar una mascota ni un juguete del cual nos pudiésemos desprender cuando ya lo hubiésemos disfrutado. Este era un compromiso de por vida. ¿Cuánto tiempo duraría la mía? Me estaba entrando dolor de cabeza de tanto pensar, así que me acurruqué al lado de Daniel, que dormía ya desde hacía bastante tiempo, y me tapé bien. Por hoy había sido bastante. Mañana sería otro día y seguiría pensando en mi idea.
Beth24 de junio de 2011

6 Comentarios

  • Asun

    Beth, me ha gustado mucho, tanto la historia como la forma de contarla.
    También da la impresión de que la historia continua.

    Salludos.

    25/06/11 12:06

  • Beth

    Hola Asun muchas gracias por haberlo leído. Si, la historia viene de atrás y continua, en realidad son capítulos de una novela de más de 500 páginas. Los capítulos anteriores están ya puestos aquí y poco a poco iré poniendo los siguientes

    27/06/11 10:06

  • Vocesdelibertad

    En estos tiempos encontrar un apoyo en un accidente, como la magnitud de esta historia, sería realmente un alivio, pero cada vez las personas se comprometen menos y también la situación en los países ya no da, sin embargo en los pueblos se viven experiencias distintas.

    No he estado al día en mis lecturas, resulta que finalmente publiqué un libro que tengo cuatro meses de estar trabajándolo, relacionado con la elecciones en mi país; ahora es cuando tengo un poco de tiempo. Sin embargo, todo este tiempo te he leído en los espacios que busco para relajarme.

    Esta historia es preciosa y no me la perderé hasta el final,

    06/07/11 08:07

  • Beth

    querida Voces muchas felicidades por tu publicación, que siempre es el sueño dorado de todos los que escribimos. Te deseo de todo corazón, como para mi misma lo pediría, el mayor de los éxitos. Te lo mereces. Un gran abrazo

    06/07/11 08:07

  • Endlesslove

    La idea seguía rondando en Helena, pero efectivamente, no era fácil (si es la que creo) , aunque haya deseos.

    15/09/11 05:09

  • Beth

    Nunca es fácil llevar a cabo cosas así y en el caso de personas de cierta edad y mala salud, menos

    15/09/11 09:09

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